Mi contacto con la fiesta de San Fermín es mirar los encierros por televisón. La TV española los pasa en vivo, y esa señal suele ser repetida por Crónica TV. Es a las 3 de la mañana (las 8 en España) del 7 al 13 de julio, todos los años. Todo lo que sé proviene de esas transmisiones. Nunca investigué nada al respecto. Así que mis deducciones pueden ser erróneas. Sepan disculpar.

El encierro es la suelta de toros por las calles de Pamplona. Se arma un circuito que va desde el lugar donde guardan a los toros hasta la plaza donde se hacen las corridas. No sé cuál es el lugar inicial. Cuando la puerta se abre, los toros salen corriendo, y un montón de gente corre con ellos, tratando de evitar dolorosas corneadas. La carrera dura unos pocos minutos.

Pero eso no es lo principal. La transmisión arranca antes. Hay comentaristas y una previa, en la que se especula sobre lo que puede pasar, se habla sobre los distintos toros, hacen entrevistas a distintos personajes, reportan sobre los operativos en los hospitales, se comentan sucesos pasados y se muestran las ceremonias preliminares. Porque el encierro de San Fermín es, por supuesto, una fiesta religiosa.

Hasta donde puedo interpretar, la cosa es así. El tal Fermín es el patrono de Pamplona. La burocracia celestial ha establecido el federalismo, y diferentes santos han tomado para sí jurisdicciones geográficas y de actividad. Así, hay patronos de ciudades, provincias, países y profesiones. Y a San Fermín le tocó Pamplona, o el País Vasco. Algo así. Entonces en su día, 7 de julio, la zona lo celebra.

La idea del encierro me parece que es poner a prueba esa protección, o en su defecto poner a prueba la fe de cada uno. El asunto es que, como San Fermín los protege, pueden salir a correr con el toro, confiando en que no les va a pasar nada.

Para asegurarse de eso, momentos antes del encierro, se organiza una oración. Tiene un cántico fijo, que no me acuerdo bien, pero básicamente pide al santo protección. En la TV se lo transmite completo. Todos los “mozos” (así los llaman los comentaristas) están en la calle, supongo que frente a la iglesia, mirando la estatua del santo. Esa es la manera de rezar a una entidad que no tiene presencia física: fabricar una y rezarle a ésa.

El santo (su estatua) está en un lugar alto, posiblemente la ventana de la iglesia. Por televisión se ve cómo los mozos rezan al santo. Hay un plano general, después uno corto de ellos. Los sigue un plano del santo, inmóvil, escuchando.

Para mí eso es extraordinario. El director juzga apropiado mostrar el santo al que rezan los fieles, aunque no sea el santo de verdad, sino una estatua que lo representa. Esto puede ocurrir porque tiene tan metidos los códigos de la televisión que ni se da cuenta. O tal vez lo hace a propósito. Muestra al santo porque no sólo es su día, sino que, quién sabe, en una de ésas contesta. Mirá si el santo dice algo y justo la cámara está apuntando a otro lado. El director, al elegir esa toma, está dando una enorme muestra de fe.

Luego de ese momento trascendental, es hora de alistarse para el encierro en sí. Los mozos esperan la señal que indica que se ha abierto la puerta. Es un cohete, que puede ser que además de dar la señal sea lo que destraba la puerta, no sé. Cuando aparece el cohete, el encierro está empezando, y los comentaristas callan.

Permanecen en silencio durante toda la duración del encierro, hasta que el toro llega a la plaza. Con un cronómetro en pantalla, se transmiten imágenes de los toros corriendo, con gente adelante y atrás, a veces tratando de cornear a alguien, a veces sólo corriendo. Los mozos que están alrededor no siempre se comportan de manera civilizada. Tampoco parece que se hayan levantado hace unos minutos, siendo que son las 8 de la mañana. Más bien parece que hubieran estado toda la noche tomando. Entonces, algunos de los que corren con el toro muestran no estar en sus cabales.

Una vez que todos los toros llegan a la plaza, el encierro se da por terminado. Es el momento para las consideraciones de los comentaristas. Uno es siempre el mismo, es como el Macaya Márquez de los toros (aunque este año no estuvo, espero que goce de buena salud). Comenta que ha sido un buen encierro, o un encierro rápido, o un encierro tranquilo, o un encierro agitado, según el caso. Pero no le alcanza el tiempo para decir muchas palabras, porque rápidamente llega la repetición.

Ahí el comentarista puede ampliar sus conceptos. Las imágenes vuelven a mostrar lo ocurrido, y se pone especial atención en los momentos donde el toro agarró a alguien, o donde cayó, o donde quedó en una posición incómoda y se recuperó. Ocasionalmente, cuando hay alguien que corre demasiado cerca del toro o intenta provocarlo, el comentarista se indigna y se pregunta cómo alguien puede ser tan irresponsable.

Mientras tanto, los compañeros del comentarista intercalan detalles, como cuántas personas debieron ser atendidas, y cuántas han quedado internadas. También exclamaciones cuando en la pantalla aparecen imágenes dignas de ellas. Pronto la repetición termina, y ya no queda nada que decir hasta la fiesta siguiente. Con esto, la televisación queda completa, y los canales que la retransmiten vuelven a su programación habitual.