Después de dos años de abstinencia voluntaria de periodismo deportivo, me puse con mucho entusiasmo a ver los Juegos Olímpicos. Es algo que me encanta. Me gusta ver deportes en cuya existencia no pensé durante cuatro años, como el canotaje. Me gusta ver la natación, y disfruto de los espectaculares gráficos en pantalla que marcan ganadores y récords.
La transmisión de este año tiene la particularidad de que va por tres canales. TyC Sports, que viene transmitiendo los Juegos desde 1996, y dos de ESPN. Todos tienen un equipo de enviados. El de TyC es Bonadeo que, como siempre, se calza el pañal y transmite toda la jornada, todas las jornadas. Las transmisiones tienen las mismas virtudes y defectos de siempre.
Pero mi abstinencia me desacostumbró a algunas cosas. Porque descubrí también que vengo teniendo abstinencia no sólo de periodismo, sino de lenguaje televisivo. Y la transmisión de los Juegos Olímpicos no es deporte, sino televisión.
Entonces lo que importa no es transmitir los juegos olímpicos, sino hacer rating. Son las reglas del juego, está claro, pero tienen resultados algo inconvenientes. Uno es que se prioriza en forma absoluta la transmisión de competencias donde hay alguien de la nacionalidad del país para donde se transmite, en este caso argentinos. Por eso, hay escasas imágenes de deportes que están buenos pero no tienen (o tienen pocos) argentinos, como el waterpolo, el badminton o el tenis de mesa.
Están todo el tiempo anticipando y recordando las participaciones de argentinos, en lugar de ocuparse de transmitir los Juegos Olímpicos. No es problema en los casos en los que están en el nivel más alto, como pasa con el basket o el hockey. Pero también transmiten cosas como el handball, donde el equipo argentino está contento con haber clasificado a los Juegos, y no tienen problema en dedicar horas completas a sus partidos.
¿Está mal que pasen a los argentinos? No. Incluso, está bien. Seguramente los que siguen los deportes involucrados quieren ver al representante de su país. Claro que los que siguen a los deportes involucrados seguramente también quieren ver a las competencias de más alto nivel, que en general no involucran a los del país propio.
El asunto es que transmiten a los argentinos por nacionalismo. Porque quieren que el público se enganche a hinchar por sus compatriotas. La televisión no quiere espectadores, sino hinchas. Siempre fue así, no descubro nada. Pero no saben lo claro que queda después de estar afuera un tiempo.
Se dan fenómenos curiosos. Por ejemplo, pasan el hockey femenino, donde la selección de Argentina siempre llega con aspiraciones de medalla. Genial. Por los comentarios de los enviados, parece que mucha gente esperara ver a esa selección, que es de las mejores del mundo. Presumiblemente, eso significa que hay una liga argentina que tiene buen nivel, porque cuenta con muchas de las mejores jugadoras del mundo. Sin embargo, nunca vi un partido de hockey de clubes televisado. Es más: no puedo nombrar un club de hockey. Puedo nombrar de vóley, de rugby, de básket, pero de hockey no. Es en parte ignorancia propia, porque, a decir verdad, mucho no me importa el hockey. Pero tampoco me importa el rugby, y he visto que hay una extensa cobertura de la actividad local.
El acaparamiento de la transmisión con argentinos se hace más notorio cuando hay dos cadenas compitiendo. Entonces, dos de los tres canales muy seguido transmiten lo mismo, mientras el canal secundario de ESPN se dedica a pasar los Juegos, si es que no hay algún otro argentino compitiendo. Es mejor que cuando transmitía un canal solo, no obstante es también un desperdicio.
Otra marca del lenguaje televisivo imponiéndose sobre lo deportivo es la búsqueda frenética de testimonios. Es muy importante hacer reportajes a los deportistas, por alguna razón. Lo entiendo: conseguirlos es una de las pocas cosas que pueden diferenciar a un canal de otro. Entonces televisan en vivo los testimonios conseguidos (en vez de algún deporte que se esté jugando) y no paran de anticipar su repetición. Habitualmente, los deportistas dicen que quieren seguir adelante, que van a poner todo para sacar el mejor resultado posible y que quieren darle una alegría al país.
También están los vicios de los periodistas. Algunos saben de lo que hablan, otros pilotean las transmisiones. Es muy fácil distinguirlos. Muchos, además, tienen miedo al silencio. Necesitan decir algo, aunque sea una estupidez mayúscula, supongo que porque piensan que, si no, la gente cambiará el canal. Entonces hablan de más, se interponen entre los momentos tensos y el espectador. Y rellenan con cosas como recordatorios de qué canal está uno mirando, y qué habrá más adelante. En muchos casos los recordatorios son tan frecuentes que uno empieza a dudar de que crean que valga la pena mirar lo que uno está mirando ahora. “Estamos transmitiendo la final de arquería, pero quédese en nuestra pantalla, porque ya vamos a repetir el testimonio exclusivo de un tenista que pasó la primera ronda, y que usted vio aquí, en la enorme cobertura que nuestro canal está teniendo en los Juegos Olímpicos”.
Los comentaristas de la play no hacen esas cosas.
El problema principal, de todos modos, es que hay alguien eligiendo por uno qué es lo que uno ve. Y en un evento de la envergadura de los Juegos Olímpicos, está claro que no sirve con un canal solo, y que hay multiplicidad de gustos. Claramente, la televisión se ve superada. Hace falta recurrir a nuevas maneras de transmitir. Este es un trabajo para YouTube.
Y efectivamente, YouTube transmite los Juegos en vivo, y transmite todas las señales que se generan (que no son todas las acciones de un momento dado, porque no todo se televisa). Hay una sola contra: no tienen los derechos para Argentina.
Acá el problema no es tecnológico sino de mentalidad. Las transmisiones online crean fronteras donde no existen. Aparentemente, el COI vende los derechos para web por región. Y en este sector del planeta esos derechos han caído en manos de los macanudos de Terra, del grupo Telefónica, que tienen montado todo un sitio con diferentes streams. Pero se nota que, además de la lentitud característica, la web olímpica no está pensada. Sólo hay links a los videos, que con un poco de suerte se ven (y están relatados por cronistas genéricos que hablan en un español neutro muy feo). Y, orgullosamente, proclaman que priorizan la cobertura de los deportistas latinoamericanos. La navegación es muy poco intuitiva. Hay que elegir entre lo que muestran, y ver si se puede ver.
También se permite ver eventos en diferido. Para ellos, en YouTube se aplican las mismas restricciones regionales arbitrarias. Es menester recurrir a Terra para ver, por ejemplo, finales de natación que uno se perdió en directo. Pero, ¿qué hacen? Las resumen. Pasan “los mejores momentos” de una carrera que dura cinco minutos si es larga. ¿Por qué? Para ahorrar ancho de banda, o porque están todavía inmersos en el lenguaje televisivo.
Es una lástima. Ojalá para los próximos Juegos la cosa esté más desarrollada, y tengamos más poder sobre lo que vemos. Quiero tener el control que tiene Bonadeo, operar el switcher y cambiar al toque a lo que quiero ver en cada momento. No creo que sea imposible.