Hay dos posibilidades: Léame sería muy distinto sin Virginia Janza, o directamente no existiría.
Fue ella quien insistió en arrancar el proceso de publicación. Tuvo que vencer no mi resistencia, sino mi procrastinamiento. Esto es porque ella se dio cuenta antes de que estaba listo. Yo sabía que tarde o temprano iba a llegar el momento, pero no reconocí cuando llegó. O no lo reclamé.
Hasta que Virginia me hizo dar cuenta. Después de hacer taller con ella durante tres años, no sólo ya teníamos confianza, sino que conocía lo que era capaz de hacer. Ya había mejorado mi escritura en varios aspectos.
Primero, alentándome a escribir cosas diferentes. Nunca tuvo problema en hacerme notar los momentos en los que me estaba pegando a fórmulas. Siempre me animó para adentrarme en lo desconocido. Con el tiempo le fui perdiendo el miedo. Ahora me animo a escribir cosas que hace unos años no me hubiera imaginado que era capaz.
También supo ver maneras de mejorar los cuentos. Prácticamente todos los de Léame pasaron por su criterio, y en muchos casos sus sugerencias contenían la clave del asunto. Por ahí no era muy obvio, pero con el correr del tiempo aprendí a confiar en su criterio, a probar lo que a Virginia le parece, porque muchas veces ve cosas antes que yo. Y si bien no siempre la aplicación de esas sugerencias mejora un texto (nadie es infalible), nunca lo empeora.
Me ha hecho salir de enredos innecesarios. Por ejemplo, le llevé Walt Disney descongelado por primera vez hace dos o tres años. Contenía una trama complicada sobre enfermedades, con vericuetos darwinistas. La idea era que Disney se agarraba una enfermedad moderna para la que no estaba inmunizado o algo así, y eso era la consecuencia del descongelamiento. Pero apareció Virginia y dijo “¿por qué no le agarra un golpe de calor?” y de repente el cuento cerró. Era tan obvio, en retrospectiva, pero ella lo vio y yo no.
En otros casos disparó ideas que no eran la clave pero a través de ellas la encontramos. Yo digo A, ella dice B, yo digo C y ambos concluimos que es D.
Vio el potencial de cuentos que a mí no me parecía que estuvieran a la altura. Hay un par de casos que, librado a mis propios medios, hubiera dejado afuera o no hubiera considerado. Pero están en Léame porque a ella le gustan, y sospecho que eso es por algo (tampoco es que pienso que son un desastre).
Fue ella la que insistió en que el libro tuviera algún tipo de unidad, y la que pensó primero que había que hilvanar las diferentes series. Y, aparte, dar toques de cohesión. Que el libro fuera más que una colección de cuentos. Un álbum, no muchos singles.
También estuvo para las consultas permanentes. Si no estaba seguro de que algo fuera una buena idea, lo consultaba con ella. Si a ella le parecía bien, y a mí también, lo más probable es que estuviera bien. Fui generando mucha confianza en su criterio, que es independiente del mío pero compatible, mucho más de lo que sospechaba al principio.
En resumen, hacemos un buen equipo. He disfrutado mucho hacer Léame con ella.