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Multimedia


  1. Editar un video ocupará todo el tiempo disponible.
  2. Siempre hay que guardar el proyecto. Cada treinta segundos. Si uno se olvida, alguna calamidad sucederá.
  3. Hay que asegurarse de que el programa que usamos interprete el formato en el que están los videos de los que partimos.
  4. Cuando pensamos que ya nos aprendimos todos los bugs que tiene el programa, descubrimos uno nuevo. Los errores siempre superarán nuestra imaginación.
  5. Hay que tener mucha moderación si se quiere usar los efectos de transición. Es necesario evitar hacer videos de fiesta de 15, incluso si estamos haciendo un video para una fiesta de 15.
  6. Desearemos tener planos que no existen.
  7. El render tardará más de lo que está previsto.
  8. Está bueno que los cortes caigan sobre el ritmo de la música, pero no hay que hacerlo siempre así. Si no, serán predecibles.
  9. Es posible que el programa se cuelgue cuando está exportando el último cuadro. Siempre hay que guardar el proyecto antes de exportar.
  10. Un proyecto vuelto a hacer debido a que se perdió por algún error, nunca será igual al que reemplaza. Siempre recordaremos que fuimos capaces de hacer algo que ya no está a nuestro alcance.
  11. La luz se corta. Las baterías se agotan. Nos recuerdan que nuestro tiempo es finito. En la edición y en este mundo. Conviene recordarlo cuando planeamos el video, y no hacérselo demasiado largo a los espectadores.
  12. Arreglar pequeñas desprolijidades es lo que más tiempo consume. Pero hay que arreglarlas. No se notan, se sienten.

Esta semana se produjeron algunos hechos que vale la pena destacar en cuanto a mi huella digital (?)

En primer lugar, el lunes se produjo mi regreso a LaRedó! No será un regreso permanente, sino que envié una nota y graciosamente la publicaron. Se trata de una nota algo provocadora y por eso su lugar era ese blog. No leí los comentarios, no obstante, así que no tuve el placer de enterarme cuánto me habrán puteado.

También el lunes, se lanzó un nuevo proyecto que hace mucho tiempo tenía ganas de hacer: un blog sobre los Beatles. Nothing is Real tendrá notas provenientes de veinte años de estar en tema, que tratan de abarcar temas más o menos comunes con observaciones propias. Serán acompañadas por videos que las ilustrarán, o simplemente estarán ahí.

La regla con los videos es así: no se aceptan videos que sean sólo audio. Tiene que haber un componente de video más o menos original o sincronizado, y la idea es que tengan algún valor histórico, ilustrativo o jocoso. Habrá videos de lunes a viernes, y los sábados quedará para el fin de semana alguno más largo. En el medio, se mechará dos o tres notas por semana.

Este blog tiene presencia en Twitter, y usted, caro lector, está invitado a seguir la cuenta de NotIsReal. Aparecerán links a las notas cuando se publiquen, y también expresiones varias relacionadas con la temática del blog.

Nothing is Real es el resultado de varios meses de trabajo y planificación, y hay muchas ganas de que sea exitoso.

Vale la pena recordar también que este autor tiene su propia cuenta de Twitter, que usted, querido lector, es libre de seguir también. Allí salen comentarios varios y links a cuentos. El blog donde se publican los cuentos (ahora también con poesía) se sigue actualizando cada tres días, llueva o truene.

El blog que lleva mi nombre, que publica sólo cuentos, no publica sólo cuentos. También hay algunas secciones fijas, con contenido que se mantiene estable. Aunque a veces cambia. Son cambios sutiles, que no se anuncian en la home, porque me gusta que esa home tenga sólo cuentos. Pero, ¿para qué está este segundo blog? Entre otras cosas, para hacer los anuncios que no hago en el primero.

Así que corresponde decir acá que si entran a la sección de autobiografías, encontrarán una nueva, titulada Antibiografía. Ese texto, al contrario que algunos de los demás, dice todas verdades, pero mantiene el tema central de que no dice naa sobre mí (salvo lo que el lector pueda deducir a partir de lo que está escrito).

No sé por qué, me gusta escribir una autobiografía así por año. Están casi todas en esa misma página, salvo la de 2010, que se encuentra en las páginas de Léame. En 2011 sólo la hice en diciembre, y este año todavía no hay ninguna, así que veremos si la racha continúa. De ser así, una vez registrada (como ocurre con todo el material del sitio) aparecerá ahí mismo. Y quién sabe, tal vez avise también por acá de esa aparición.

Ya que están, pueden visitar las otras secciones, por ejemplo el Q&A, donde encarno a un entrevistador que me hace preguntas, y me tomo el atrevimiento de contestarme. En ese texto está la política de privacidad, que fue escrita con la colaboración de ilustres figuras del derecho argentino.

Otra sección que pueden visitar es Camino azaroso. Se trata del cuento que tiene un trillón de formas distintas. Lo mejor es recargarlo varias veces y explorar las diferentes combinaciones de elementos al azar.

Por último, hace poco me tomé el trabajo de arreglar el formulario de contacto, que se encuentra algo escondido, pero está en todas las páginas. Así que me pueden contactar así me cuentan, sin que les pregunte, qué les parece. Espero que a los spammers les sea más difícil penetrar este formulario. La pregunta “es usted humano” está ahí por algo, créanme.

Yo me conozco. Soy detallista, no me gusta saber que algo se puede mejorar y no está mejorado. Pero tengo la suerte de no tener un oído tan entrenado como para escuchar muy sutiles diferencias entre distintas ediciones de los mismos discos.

Sé que si fuera audiófilo necesitaría los parlantes de la mejor calidad, los discos de la mejor calidad. No podría escuchar MP3, porque me daría cuenta de la pérdida de datos, la escucharía, aun inaudible. No podría escuchar música en el subte, salvo con auriculares especiales de cancelación de los ruidos externos. Me volvería loco rápidamente.

Me pasa, sin embargo, que estoy informado, y necesito tener los discos remasterizados, porque sé que suenan mejor. No lo puedo comprobar, a menos que las diferencias sean muy notorias. Pero si escucho una edición anterior y lo sé, me siento incompleto. Siento que estoy perdiéndome algo, algo que no llego a percibir conscientemente, pero que está, y sé que está, entonces siento su ausencia.

Por suerte todavía no me volví loco.

No quiero pensar lo que sería si, encima, pudiera percibir las diferencias por mí mismo. Estaría todo el tiempo protestando, diciéndole a la gente “gente, ¿no se dan cuenta de que están escuchando una porquería?”. Sería tan hinchapelotas que me llevarían preso por ruidos molestos, justamente por querer evitárselos a los demás.

Lo bueno es que no me pasa. Tengo sólo una pequeña obsesión, que no se manifiesta mucho externamente. Entonces puedo convivir, y puedo hacerme pasar por una persona como las demás. Y puedo suponer que los demás también se dan cuenta de lo que me doy cuenta yo, y se están haciendo pasar por normales, como yo, sólo para mantener cierto decoro en la civilización.

Siempre fui adverso a los doblajes. No entiendo por qué alguien querría ver una película o una serie en un idioma que no sea el original. Hay muchas razones para sostener mi posición, no es la idea hacerlo acá. Dejo a Borges que enumere algunas.

Borges menciona como defecto central “el injerto arbitrario de otra voz y de otro lenguaje”. Y por bien hecho que esté un doblaje, no puede escapar a eso. Pero bueno, no hay muchas alternativas para traducir una película. O se subtitula o se dobla. Diferentes públicos y distintas culturas prefieren diferentes soluciones a ese problema. A uno le puede no gustar, no quita que exista.

El cine argentino, cuando se proyecta en Argentina, no tiene la necesidad de traducir los diálogos, porque están en castellano. Sin embargo, durante décadas todas las películas argentinas eran dobladas.

Por alguna razón, los estudios decidieron seguir filmando igual que en la época muda, y preocuparse después por la banda sonora. El proceso de hacer una película se hacía en dos partes, primero la imagen, después el audio. En parte, esto es habitual en todo el cine. En general, todos los sonidos que se escuchan son agregados en post, porque hay más control. Salvo las voces, que son captadas por micrófonos durante el rodaje, porque lo que se quiere capturar es la actuación de los actores, no la imagen de una actuación y la voz de otra separada, que puede producirse años después, o incluso ser hecha por otro actor.

Entonces, ver una película argentina de antes de los ’80 es algo muy extraño, porque se asiste al matrimonio forzoso de dos partes separadas, que no forman un total equivalente al que sería si hubieran nacido juntas. Los diálogos tienen esa cualidad de locutor, justamente porque están grabados como si fueran programas de radio. El resultado es automáticamente artificial, y hace más difícil meterse en la película.

Todo esto lo pensaba el otro día mientras miraba en el BAFICI la película … (que se titula así, puntos suspensivos), de 1971 pero nunca estrenada. Hay muchas cosas para decir sobre ella, que no vienen al caso acá. Lo que estaba todo el tiempo presente era la conciencia del doblaje. Y encima la película parecía estar fuera de sincro, lo que aumentaba el efecto.

Sin embargo, según dice Quintín, el audio fuera de sincro es intencional, un recurso de ruptura propio de lo que hacía la nouvelle vague en esa época. Les gustaba jugar con la artificialidad, sacar al espectador de la película, hacer notar que lo que se está viendo no es una realidad. O lo que sea. Jugar con el sincro es una manera muy efectiva de lograrlo, al menos si el espectador soy yo. Viendo la cantidad de programas de televisión que se transmiten fuera de sincro, se me ocurre que mucha gente no presta atención a este tipo de cosas.

Entonces, si la película … efectivamente usaba el doblaje y jugaba con el sincro para sacar al espectador de la película, algo que no me di cuenta de que estuviera hecho a propósito, estaba usando el mismo recurso que el resto del cine argentino usaba para las películas “normales”. Todas las películas con ese doblaje logran sacarme y mostrarme su artificialidad. Es bueno que al menos una lo haga intencionalmente.

En mi época, fue Xuxa. Hubo muchos pánicos morales sobre contenido oculto en discos, ése fue el que me hizo conocer el fenómeno.

Resulta que en 1991 la artista brasileña llegó al país y rápidamente conquistó el mercado infantil con su programa que salía todas las tardes. Esto traía las consecuencias de marketing correspondientes. Había muñecas, cartucheras, pósters, toda clase de productos con su imagen. El principal era el disco, que además de la imagen traía el sonido de sus canciones. Eran varios discos, que se podían obtener en el original portugués o en la versión traducida al portuñol que podía oírse por la tele.

Fue un fenómeno arrasador, que barrió con todos los otros programas infantiles. De repente, los indefensos niños estaban recibiendo cualquier cantidad de influencia de esta artista extranjera que, decían las malas lenguas, tenía antecedentes en el cine porno. Entonces muchos padres preocupados decidieron que era necesario que alguien pensara en los niños, y preferentemente no fuera Xuxa quien lo hiciera.

Empezaron entonces a buscar razones para no confiar. Y pronto encontraron. En esa época uno de los formatos de audio más populares era el casete (pronúnciese “caset”), que consistía en una cinta magnética grabada con música. La cinta estaba grabada de un solo lado, pero según el sentido en el que se la hiciera correr, se podía oír diferente contenido. Para esto era necesario dar vuelta el casete, del mismo modo que se daba vuelta un disco de vinilo.

Pero hete aquí que había una manera más o menos sencilla de hacer correr no la cinta, sino la música al revés. Era necesario desarmar el casete y dar vuelta la cinta, para que después, al reproducirlo, entrara en contacto con el lector magnético el lado opuesto. Así, la música se escuchaba hacia atrás. Esta operación hoy se puede hacer muy simplemente con cualquier software de audio, a nadie se le ocurriría ponerse a hacer semejante enchastre. Pero en esos años era la manera más sencilla de lograr el mismo efecto, aunque con una gran pérdida de contenido.

Entonces, los preocupados padres se pusieron a escuchar a Xuxa al revés. Y descubrieron algo monstruoso. Había mensajes satánicos escondidos en las canciones. Si se prestaba mucha atención, y se sabía lo que se estaba buscando, podía oírse algo que alguien decía en las grabaciones, y si se prestaba más atención, podía descifrarse que era una frase expresando adhesión a Belcebú.

Esto no dejaba dudas de que Xuxa era una agente del Diablo que venía desde el extranjero a atraer a los niños inocentes hacia la perdición. No se sabía cuál podía ser el mecanismo. De qué forma un mensaje que sólo podía escucharse si a alguien se le ocurría dar vuelta la cinta de un casete podía llevar a un niño a ser discípulo de Lucifer. Pero no importaba. Era encesario mantenerlos lejos de sus nefatas influencias. Por eso, seguramente, muchos padres prohibieron a sus hijos todo contacto con Xuxa.

Después de todo este asunto me enteré de que lo mismo ocurría con muchos músicos. Aparentemente, era común que las grabaciones al revés tuvieran mensajes satánicos. Conocí la historia del “Paul is Dead” y me fascinó toda la mitología que podía crearse alrededor de nada. Todavía, cada tanto, sale algún escándalo similar, y algunas mentes impresionables se dejan impresionar por estas cosas.

Como no quiero ser menos que todos los grandes artistas, decidí que un libro mío no debía dejar de tener algo así. De modo que inserté un mensaje satánico en una parte de Léame. Si usted, condenado lector, se ocupa de leer cierto pasaje al revés, podrá descubrirlo. En ese caso, tal vez el Bajísimo suba a reclamar su alma. Si eso ocurre, este autor declinará toda responsabilidad.

La lectura del otro día en el Matienzo no sólo estuvo buenísima, sino que fue grabada en video por Gabriela Tavolara.

Comparto entonces el video de mi segmento, en el que leí tres textos inéditos y uno de los hits de Léame.

Si entran al canal de Gaby, encontrarán también a los otros protagonistas de la lectura, que han estado formidables.