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Tal vez porque mi educación formal ya es lejana, he perdido la capacidad de calificar numéricamente lo que veo. O sea, me imagino que si tomara un examen podría razonar una nota basada en mis expectativas y lo que contestaron. Pero me la paso viendo gente que con gran facilidad pone notas a cualquier cosa.

Los críticos, por ejemplo, tienen distintos sistemas de estrellas. Son prácticos, y supongo que si me invitaran a dar una cantidad de estrellas de uno a cinco a una película, podría hacerlo. Lo que no sé es qué quiere decir. Porque no es objetivo. Distintas personas ponen distintas cantidades de estrellas (o símbolos de cualquier índole), basadas en diferentes criterios. Lo razonable, si uno quiere una guía para saber qué consumir, es tener algunos críticos en los que confía y ver lo que opinan. Pero siempre es mejor leer las críticas para ver la fundamentación y tener más idea.

Hay gente que tiene más precisión. Usan un esquema de diez puntos, 1 a 10. O cinco estrellas, con unidades de media estrella. Entonces, una película puede tener tres estrellas y media. O sea, al crítico le pareció demasiado mala para ser muy buena, y demasiado buena para ser buena. ¿Qué demonios significa eso?

Ocurre algo similar en el fútbol. Los cronistas de diarios y revistas califican el partido y también a los jugadores y árbitros, con notas del 1 al 10. Aparentemente tienen la enorme capacidad que se requiere para evaluar todo el desempeño de cada una de las más de veinte personas involucradas, y medirlo contra una vara numérica que le permita distinguir si alguien merece un 7 o un 6.

En la escuela una vez me tomaron un examen oral de pocos minutos, y después me despacharon con un 6,50. Me acuerdo que me asombró la precisión del docente, para poder tener tanta exactitud sobre mis conocimientos en tan poco tiempo.

Los sitios americanos como el AV Club no tienen notas de 1 a 10, sino un sistema de letras muy popular en el mundo anglosajón. La nota más alta es A, después vienen B, C, D y F de “fail”. Pero no termina ahí. Como un sistema de cinco posibilidades resulta insuficiente, se agregan signos. Se tiene, así, A- y B+. No significan lo mismo entre sí, y tampoco significan lo mismo para distintos calificadores con criterios independientes. Hay algunas tablas de equivalencia entre sistemas numéricos y létricos (?), que lo único que consiguen es que me pregunte por qué no usan directamente los números. Pero bueno, tampoco usan el sistema métrico, ellos sabrán.

Me parece que siempre es mejor una explicación más o menos detallada sobre los pareceres de quien sea que califica sobre lo que sea que está calificando. Pero creo que entiendo la idea. Es una síntesis de lo que se dijo. Y una necesidad: mucha gente no está dispuesta a leer un informe de un par de párrafos, o una crítica entera, o el parecer de una maestra. Tienen mejores cosas que hacer, por ejemplo no leer nada. Entonces pueden recurrir a la calificación, que les servirá para hacerse una idea de lo que el otro pensó, pero sobre su propia escala. Crítico y lector, así, creerán entenderse al compartir un idioma, aunque no logren compartir el mensaje.

Usted, querido lector, tiene la oportunidad de asistir a un evento sin precedentes: una lectura de Léame en la Feria del Libro de Buenos Aires. Será mañana sábado, 5 de mayo. Ocurrirá en el stand 402, que queda en el pabellón azul. Es un stand del instituto cultural de la provincia de Buenos Aires. Allí se presentarán a las 19 tres editoriales, entre las que está Viajera, y a las 21 autores de esas editoriales procederemos a leer de nuestros libros.

Se ha decidido hacer un hit y un estreno. Aunque el tiempo disponible no es mucho, me la voy a jugar y voy a leer un texto de los que dan nombre al libro, que hasta el momento evité. ¿Por qué los evité? Porque en general son diálogos individuales entre el autor y el lector, pero precisamente esa naturaleza “del autor al lector” es lo que lo hace apropiado para la Feria del Libro, cuyo slogan es precisamente “del autor al lector”.

¿Dónde queda la Feria? Pues como siempre, en la Rural. Es en Plaza Italia, que es en Av. Santa Fe y Av. Sarmiento, Buenos Aires (aparentemente la entrada de Sarmiento es la más adecuada). Llega el subte D, y numerosos colectivos, muchos de los cuales tienen un letrero en el parabrisas que dice “Vamos a la Rural”. No se sabe si ese cartel se refiere al predio (que se suele llamar “la Rural”) o a la Exposición Rural que se hace todos los años en ese predio. Lo cierto es que no tienen un cartel que diga “vamos a la Feria del Libro”, a pesar de que en los colectivos suele haber muchos lectores. Aunque, es cierto, según el horario también hay ganado.

Antes se hacía en el Centro Municipal de Exposiciones, que quedaba atrás del Italpark, y durante un tiempo fue el único evento grande que no se mudó a la Rural. Hasta que se mudó. Desde entonces, el Centro de Exposiciones dejó de ser Municipal. Y ya el Italpark se había convertido sólo en park. Las cosas cambiaron. Pero antes no tenían Léame. No todo está perdido.

Cuando la gente se entera de que uno escribe, se siente obligada a dar consejos. Aparentemente, todos saben lo que tiene que hacer un escritor. Tal vez todos sean escritores vicarios, y quieren canalizarlo a través de uno. No sé. Pero no dejan de iluminarnos con los consejos acerca de no sólo lo que piensan que uno debe hacer, sino lo que no creen que uno lo haya pensado nunca.

Uno de los consejos más frecuentes es que un escritor debe leer mucho. Es un concepto razonable, después de todo el cerebro tiene que alimentarse de algo. Sin embargo, está lejos de ser un concepto universal. Se puede ser un gran escritor sin haber leído nada, aunque diría que es poco probable que a alguien que no lee nada se le ocurra ponerse a escribir.

Hay gente que no sólo sabe que uno debe leer, sino que también sabe qué debe leer uno. Tiran entonces listas de libros, a modo de verificación. Porque si uno no los leyó, pueden saberse superiores, no necesariamente porque ellos los leyeron, sino porque no se dedican a la escritura habiendo no leído esas obras que todo escritor debería leer. No como uno, que es claramente ignaro.

El consejo, aunque irrita, es perfectamente válido. Leer suele hacer bien para escribir. No es mi intención negarlo. Sin embargo, no tiene nada de absoluto. Y hay muchos estímulos que pueden alimentar una escritura. La música, el cine, la televisión, caminar por la ciudad, caminar por el campo, caminar en el espacio, observar los pajarillos, bañarse, la pintura, la arquitectura, los viajes, las tormentas, la autocontemplación, la exocontemplación. Cualquier cosa puede estimular el pensamiento, que se puede transformar en algo escrito, que no tiene por qué ser menos válido que lo que escribe alguien que leyó y comprendió todo el canon varias veces.

El asunto, señores, es pensar.

La lectura del otro día en el Matienzo no sólo estuvo buenísima, sino que fue grabada en video por Gabriela Tavolara.

Comparto entonces el video de mi segmento, en el que leí tres textos inéditos y uno de los hits de Léame.

Si entran al canal de Gaby, encontrarán también a los otros protagonistas de la lectura, que han estado formidables.