Siempre fui adverso a los doblajes. No entiendo por qué alguien querría ver una película o una serie en un idioma que no sea el original. Hay muchas razones para sostener mi posición, no es la idea hacerlo acá. Dejo a Borges que enumere algunas.

Borges menciona como defecto central “el injerto arbitrario de otra voz y de otro lenguaje”. Y por bien hecho que esté un doblaje, no puede escapar a eso. Pero bueno, no hay muchas alternativas para traducir una película. O se subtitula o se dobla. Diferentes públicos y distintas culturas prefieren diferentes soluciones a ese problema. A uno le puede no gustar, no quita que exista.

El cine argentino, cuando se proyecta en Argentina, no tiene la necesidad de traducir los diálogos, porque están en castellano. Sin embargo, durante décadas todas las películas argentinas eran dobladas.

Por alguna razón, los estudios decidieron seguir filmando igual que en la época muda, y preocuparse después por la banda sonora. El proceso de hacer una película se hacía en dos partes, primero la imagen, después el audio. En parte, esto es habitual en todo el cine. En general, todos los sonidos que se escuchan son agregados en post, porque hay más control. Salvo las voces, que son captadas por micrófonos durante el rodaje, porque lo que se quiere capturar es la actuación de los actores, no la imagen de una actuación y la voz de otra separada, que puede producirse años después, o incluso ser hecha por otro actor.

Entonces, ver una película argentina de antes de los ’80 es algo muy extraño, porque se asiste al matrimonio forzoso de dos partes separadas, que no forman un total equivalente al que sería si hubieran nacido juntas. Los diálogos tienen esa cualidad de locutor, justamente porque están grabados como si fueran programas de radio. El resultado es automáticamente artificial, y hace más difícil meterse en la película.

Todo esto lo pensaba el otro día mientras miraba en el BAFICI la película … (que se titula así, puntos suspensivos), de 1971 pero nunca estrenada. Hay muchas cosas para decir sobre ella, que no vienen al caso acá. Lo que estaba todo el tiempo presente era la conciencia del doblaje. Y encima la película parecía estar fuera de sincro, lo que aumentaba el efecto.

Sin embargo, según dice Quintín, el audio fuera de sincro es intencional, un recurso de ruptura propio de lo que hacía la nouvelle vague en esa época. Les gustaba jugar con la artificialidad, sacar al espectador de la película, hacer notar que lo que se está viendo no es una realidad. O lo que sea. Jugar con el sincro es una manera muy efectiva de lograrlo, al menos si el espectador soy yo. Viendo la cantidad de programas de televisión que se transmiten fuera de sincro, se me ocurre que mucha gente no presta atención a este tipo de cosas.

Entonces, si la película … efectivamente usaba el doblaje y jugaba con el sincro para sacar al espectador de la película, algo que no me di cuenta de que estuviera hecho a propósito, estaba usando el mismo recurso que el resto del cine argentino usaba para las películas “normales”. Todas las películas con ese doblaje logran sacarme y mostrarme su artificialidad. Es bueno que al menos una lo haga intencionalmente.