Sí, es bueno leer. Está muy bien. Es muy respetable. Abre la cabeza, nos pone en contacto con el mundo, nos hace viajar, nos transmite las ideas de personas que han muerto, nos permite vencer al tiempo. Es maravilloso.
Pero hay que saber qué leer.
Si lo que uno lee es cualquier porquería, todo lo de arriba no se aplica. Hay muchas formas de perder el tiempo leyendo. Muchos libros con los que uno no se cultiva, ni se convierte en una persona mejor, ni aporta nada a su vida, ni se hace más sabio. Varios, incluso pueden hacernos menos sabios.
No voy a ponerme a hacer un catálogo de qué sirve y qué no. Ustedes saben de qué estoy hablando. O ustedes suponen de qué estoy hablando. El asunto es simple: que algo esté en libro, no significa que valga la pena leerlo.
Ojo: hay libros que no valen mucho, pero no son perjudiciales. No estoy hablando de la literatura pasatista, no tiene necesariamente nada de malo. Lo problemático son aquellos libros que se hacen pasar por los buenos, y que si uno no está atento los puede confundir con ellos.
Hay que tener cuidado. Uno puede pensar que está educándose, que está ampliando sus conocimientos, que está sumergiéndose en filosofías, que está llenando sus recovecos mentales con arte. Pero en realidad los llena con yeso, que después se endurece y queda atascado en los pliegues del cerebro.
Es necesario prestar atención. Es bueno leer. Pero a veces es mejor no leer.