“No le dijo nada” fue un hit del grupo Los Ladrones Sueltos en 1994. No es particularmente memorable, sin embargo se ha ganado un lugar en mi memoria, por alguna razón.
Puede que sea la letra, que es muy intrigante. Es una pieza poética muy locuaz. No es mi intención analizarla en este espacio. Otras personas lo han hecho con éxito. Pero voy a hablar un poco de la letra.
La canción habla de una pareja, muy enamorados ambos. Les gusta encontrarse, y se comunican sin palabras. Él le hace propuestas, ella no le dice nada. Y con su silencio, asiente. Entablan entonces una serie de aventuras románticas, toman colectivos juntos, van a la playa. Está claro que la relación avanza, y que no necesitan la comunicación verbal porque tienen la física.
Sin embargo, no todo es idilio. Un némesis acecha. Un tal Tito siempre aparece en los momentos menos oportunos, un verdadero cortamambos. No sabemos mucho de Tito. De hecho, eso es todo lo que sabemos. Está claro que ni la pareja ni el narrador aprecian sus intervenciones. El grito “qué cagada” ofrece una descarga emocional muy clara, que en la segunda oportunidad es omitida para exhortar a la expresión del público presente.
La historia no termina ahí. Falta la resolución. (Viene un spoiler.) Y acá está lo extraordinario, lo que no recuerdo que nadie haya dicho, y que después de veinte años acabo de ver. Esta canción es pionera. Contiene un plot twist que está a la altura de cualquiera de los del afamado director M. Night Shyamalan. Y es de cinco años antes de su primer éxito.
Está muy bien construido. La revelación del final es que ella no le decía nada, no porque tuviera facilidad para la comunicación no verbal, sino porque era muda. El protagonista lo exclama acompañado por un coro que repite “era muda”, como para que el shock de la revelación muera rápido. Pero este desarrollo inesperado no viene de cualquier parte. Es perfectamente deducible del principio. Se trata de una narración bien estructurada.
Del mismo modo, en The Sixth Sense, Bruce Willis es asesinado en los primeros minutos (que, por cierto, es el mejor momento para asesinarlo, después se hace muy difícil). Él no se entera, el público tampoco, probablemente por estar ambos acostumbrados a que es indestructible. Pronto conoce a un niño que ve gente muerta, y debe resolver no sé qué cosa. La revelación del final (spoiler) es que Bruce Willis efectivamente estaba muerto, y era una de las apariciones que veía el niño.
En ambos casos la revelación es posible porque está plantada desde el principio. Esto permite a mucha gente afirmar orgullosa que la dedujeron antes de que la narración progresara, y mostrar así su inteligencia superior junto a su capacidad de percepción.
Es un caso distinto al de “¿Qué tendrá el petiso?” de Ricky Maravilla, que es más un misterio. Esta persona chaparra, sin virtudes que se vislumbren, recibe la admiración de todas las mujeres. Es un juego de descarte, que es resuelto cuando se menciona la situación financiera del susodicho. De esta manera, la pregunta del título queda contestada y no se produce un misterio que perdura a través de los años, en reportaje tras reportaje al autor.
Por suerte, Los Ladrones Sueltos no cometieron el error de Shyamalan de insertar esta estructura en todas sus canciones. Su otro éxito, “La rubia del avión”, tiene una forma narrativa más clásica, con una resolución lógica pero que no cambia el sentido de todo el tema.
En fin, me fui por dos o tres tangentes. Lo importante es que ella no dijo nada, y consiguió perseverar en esta actitud hasta que su novio se dio cuenta de su discapacidad. Por lo que podemos atisbar, la relación continuó, tal vez algo repetitiva, y en silencio.