Antes estaba el DOS. Cuando uno prendía una computadora IBM-compatible, poco después aparecía una pantalla negra con la siguiente leyenda:

C:\>

Indicaba que se estaba en el directorio raíz del disco C, habitualmente el disco rígido. Ahí uno tenía que tipear los comandos. El nombre de un archivo ejecutable que contenía un programa. Indicaciones para cambiar de directorio (directorio es carpeta), para borrar un archivo, para copiar algo a un diskette, para mostrar qué archivos hay en el directorio actual.

Los comandos consistían en una instrucción, y podían tener parámetros que modificaran el funcionamiento de esa instrucción. Así, si uno tipeaba “dir” veía los archivos del directorio actual. Pero si tipeaba “dir /p”, conseguía que la lista se detuviera al llenar la pantalla, así resultaba legible.

Con el tiempo, la línea de comandos fue reemplazada por las interfases gráficas. Mediante el uso de un mouse, uno podía hacer clic en íconos que abrían los programas y mostraban la información necesaria. Fue un avance, y también la incorporación de otra lógica.

Pero ahora se está revirtiendo. Los buscadores como Google vienen imponiendo la búsqueda como forma de acceder a la información. Para usarla, hay que tipear en el espacio correspondiente lo que uno desea obtener. El sistema muchas veces ayuda a no tener que tipear todo. Las búsquedas pueden incluir modificadores, como signos + para incluir sí o sí uno de los términos o – para excluirlo.

El paradigma de la búsqueda se viene incorporando a distintos aspectos. Al mail, a las carpetas de Windows, a los navegadores. En general cuando uno quiere buscar algo en un navegador no tiene que entrar a su buscador preferido, sino tipear los términos en la barra de direcciones. El navegador se encarga de buscarlo por uno.

El Firefox tiene además una barrita muy útil donde hay sólo buscadores. Uno puede elegir qué buscador quiere usar y tipear ahí los términos. El Chrome, por su parte, no tiene eso. Su interfase minimalista hace inadecuado tener más de un lugar donde ingresar algo. Si no lo reconoce como una dirección, lo busca. Pero no se puede elegir dónde lo busca. Va al buscador predeterminado.

Ah, pero sí se puede elegir el buscador. No contaban con la astucia del Chrome. Lo único que hay que hacer es escribir un prefijo antes de los términos. Así, si uno quiere buscar manzana en la Wikipedia, tipea “wi manzana”. Si lo quiere buscar en YouTube, tipea “yt manzana”. Y el Chrome redirige al buscador correspondiente.

Es menos práctico que el Firefox, porque de repente uno volvió a la línea de comandos, después de que fuera abandonada en 1995. Y no se vuelve sólo ahí. Uno abre cualquier sección de un Windows moderno, y tiene el buscador propio invitándolo. En el panel de control, en las vistas de carpeta. Y en el menú de inicio.

Ahí están los links a todos los programas. Pero encontrarlos es cada vez más difícil. Si el programa que queremos no aparece en los links visibles, ir a “todos los programas” es bastante caótico. La solución es buscarlo en el buscador que está a milímetros de la ubicación del botón de inicio. Entonces, si uno quiere abrir el FileZilla, lo único que tiene que hacer es tipear ahí “filezilla”.

Y, de pronto, sin darnos cuenta, volvimos a abrir los programas como en el DOS.