Payday loans uk

Uno de los textos más difíciles de seguir de Léame es Cuando digo quiero decir, que se encarga de jugar con el significado de las frases “cuando digo” y “quiero decir” usando muchas repeticiones. Como resultado, esas palabras se repiten mucho, y el bloque de texto tiene un aspecto distinto a la vista del de un texto con palabras diferentes entre sí.

Es un textito que siempre me gustó, aunque al mismo tiempo no estaba seguro de que estuviera bien que me gustara. Me parecía que en una de ésas le faltaba algo, se le podía dar una vuelta. ¿Pero qué vuelta? Ya había usado todas las permutaciones que se me ocurrían de los significados. Existía la posibilidad de irme al carajo si lo seguía. Pero de irme al carajo mal, no de irme al carajo bien.

Se me ocurrió entonces que, como el texto tiene tantas repeticiones y una lógica impecable, en una de ésas una máquina lo puede entender. Pensé que se podía traducir a otro idioma con uno de esos servicios que hay. Y me acordé de un capítulo de NewsRadio.

Ahí sale un libro que fue escrito en inglés, fue un fracaso, pero la versión en japonés fue un éxito en Japón, entonces el autor lo hace traducir de nuevo al inglés, y lee de esa traducción.

Lo que hice entonces fue ir al traductor de Google, y llevar el texto al inglés. El resultado lo pasé al alemán. Después al holandés, portugués, catalán, afrikáans, finlandés, japonés, gallego, galés, italiano, turco, latín, eslovaco, griego, árabe, rumano, irlandés y chino tradicional. Cada idioma traducía lo que devolvía el anterior. Por último, el texto en chino lo devolví al español, a ver cómo quedaba.

Y salió algo increíble. Con algunos defectos de puntuación, pero lo suficientemente entendible como para que sea graciosa su calidad de inentendible. Y un final con sorpresa, que no pude creer cuando lo vi.

El texto traducido no está en Léame, pero se puede ver acá.

Antes estaba el DOS. Cuando uno prendía una computadora IBM-compatible, poco después aparecía una pantalla negra con la siguiente leyenda:

C:\>

Indicaba que se estaba en el directorio raíz del disco C, habitualmente el disco rígido. Ahí uno tenía que tipear los comandos. El nombre de un archivo ejecutable que contenía un programa. Indicaciones para cambiar de directorio (directorio es carpeta), para borrar un archivo, para copiar algo a un diskette, para mostrar qué archivos hay en el directorio actual.

Los comandos consistían en una instrucción, y podían tener parámetros que modificaran el funcionamiento de esa instrucción. Así, si uno tipeaba “dir” veía los archivos del directorio actual. Pero si tipeaba “dir /p”, conseguía que la lista se detuviera al llenar la pantalla, así resultaba legible.

Con el tiempo, la línea de comandos fue reemplazada por las interfases gráficas. Mediante el uso de un mouse, uno podía hacer clic en íconos que abrían los programas y mostraban la información necesaria. Fue un avance, y también la incorporación de otra lógica.

Pero ahora se está revirtiendo. Los buscadores como Google vienen imponiendo la búsqueda como forma de acceder a la información. Para usarla, hay que tipear en el espacio correspondiente lo que uno desea obtener. El sistema muchas veces ayuda a no tener que tipear todo. Las búsquedas pueden incluir modificadores, como signos + para incluir sí o sí uno de los términos o – para excluirlo.

El paradigma de la búsqueda se viene incorporando a distintos aspectos. Al mail, a las carpetas de Windows, a los navegadores. En general cuando uno quiere buscar algo en un navegador no tiene que entrar a su buscador preferido, sino tipear los términos en la barra de direcciones. El navegador se encarga de buscarlo por uno.

El Firefox tiene además una barrita muy útil donde hay sólo buscadores. Uno puede elegir qué buscador quiere usar y tipear ahí los términos. El Chrome, por su parte, no tiene eso. Su interfase minimalista hace inadecuado tener más de un lugar donde ingresar algo. Si no lo reconoce como una dirección, lo busca. Pero no se puede elegir dónde lo busca. Va al buscador predeterminado.

Ah, pero sí se puede elegir el buscador. No contaban con la astucia del Chrome. Lo único que hay que hacer es escribir un prefijo antes de los términos. Así, si uno quiere buscar manzana en la Wikipedia, tipea “wi manzana”. Si lo quiere buscar en YouTube, tipea “yt manzana”. Y el Chrome redirige al buscador correspondiente.

Es menos práctico que el Firefox, porque de repente uno volvió a la línea de comandos, después de que fuera abandonada en 1995. Y no se vuelve sólo ahí. Uno abre cualquier sección de un Windows moderno, y tiene el buscador propio invitándolo. En el panel de control, en las vistas de carpeta. Y en el menú de inicio.

Ahí están los links a todos los programas. Pero encontrarlos es cada vez más difícil. Si el programa que queremos no aparece en los links visibles, ir a “todos los programas” es bastante caótico. La solución es buscarlo en el buscador que está a milímetros de la ubicación del botón de inicio. Entonces, si uno quiere abrir el FileZilla, lo único que tiene que hacer es tipear ahí “filezilla”.

Y, de pronto, sin darnos cuenta, volvimos a abrir los programas como en el DOS.