Lanzamiento, presente en Léame, tiene una larga historia. Arrancó como un tímido intento de sorprender al final. Titulado En las alturas, era una idea sencilla. El protagonista está parado en un balcón, mirando hacia abajo. La idea es que el lector piense que está contemplando suicidarse, que puede o no saltar, que está reflexionando sobre las consecuencias que puede tener su suicidio. Y entonces, en el último momento del texto, lo que debe sorprender es esto:

En un momento dado, se hizo presente la tentación. Luis al principio trató de resistirla, pensando en lo que los demás podían pensar de él. Y durante unos instantes resistió. Pero al pasar los minutos la inhibición se le fue reduciendo. Entonces Luis tomó impulso, eligió un objetivo y, con todas sus fuerzas, escupió.

Durante un tiempo se mantuvo así, sin ser brillante, sin ser una bosta, como un ejemplo de ejercicio temprano. Pero un día volvió a aparecer. Me había quedado dando vueltas por algún sector de la cabeza, o del resto del cuerpo, y volvió a mi consciencia. Y, como ya estaba más experimentado, supe que se podía hacer más. No era suficiente sorpresa. Entonces decidí probar a ver qué pasaba con otro intento, que titulé En el balcón, como referencia directa al cuento anterior.

Dejé los primeros párrafos exactamente iguales, como una especie de testimonio del origen (después hubo que cambiarlos, porque quedaba feo el contraste de estilos). Pero pensé que el lector, como se iba a dar cuenta de que la cosa venía por el lado de la escupida, necesitaba sorprenderse de otra forma. Entonces se me ocurrió que, al intentar escupir, el personaje se cayera. Ahí me gustó, porque podía seguir haciendo lo de la escupida pero al mismo tiempo no me perdía todo lo que podía venir con la caída.

Y de repente, ocurrió uno de esos momentos mágicos. De pronto, las cosas que había escrito un par de años antes empezaron a tener sentido en la historia nueva. Los árboles que parecían nubes vistas desde un avión servían para amortiguar la caída. La gente que se veía desde arriba servía para iniciar conflictos. El cuento, y sus componentes, tenían más niveles que los que había visto, y estaban saltando a la luz.

El cuento quedó redondito. Faltaba sólo pulir el título, porque de pronto gran parte de la historia no ocurría en el balcón. ¿Qué puede unir el concepto de tirarse con el de escupir? Con una palabra bastaba: Lanzamiento.