Hay algunas cosas que parecen obvias, pero es necesario darse cuenta de que son posibles.
Primero, es fácil saber que uno puede escribir. Se aprende en la escuela. Lo que no es tan simple es darse cuenta de que escribir no sólo uno lo hace bien, sino que es placentero. Que vale la pena ocupar el tiempo en hacerlo, y por eso solo ya es una actividad fructífera.
Después es cuestión de qué escribir. ¿Ficción? ¿Poesía? ¿Divulgación científica? ¿Por qué no? ¿Tengo la capacidad de inventar historias? Hay gente que no se lo pregunta y lo hace, y gente que no se lo pregunta y no lo hace. De repente es posible avivarse de que está al alcance de uno. Es cuestión de usar y ejercitar la imaginación, al menos en mi caso.
¿Alguien va a querer leerlo? Ahí ya no es autodescubrimiento. Aunque en cierto modo sí. Si uno piensa que nadie va a estar interesado en lo que escribe, nunca lo va a mostrar. Sus escritos, por buenos que sean, quedarán enterrados en un cajón o en un disco rígido (que puede estar adentro de un cajón). Hay que no sólo tratar de mirarlos con otros ojos, sino animarse a sacarlos, mostrarlos. En general los demás los van a recibir con buenos ojos, con ganas. Y hasta se van a sorprender de que uno escriba, porque en muchos casos es gente que no se ha preguntado si tiene la capacidad de hacerlo. Capaz que hasta se puede motivar a alguien.
Otro desafío es leer en público. Muchos se traban con esta posibilidad. En general, una vez aceptado, hay un nerviosismo, una ansiedad. La duración es variable, a mí habitualmente me agarra unos minutos antes de salir a escena y se me va cuando veo que el público está predispuesto favorablemente. La sensación de vencer esos nervios es muy placentera, y es lo que hace valer la pena el esfuerzo de leer (o cantar, o actuar, o lo que sea) en vivo. Estoy seguro de que a la gente con más experiencia le sigue pasando. De que McCartney antes de salir a tocar se pone algo nervioso y se pregunta “¿fracasaré?”
Una vez que uno se larga a escribir, es fácil fantasear con libros. Hay quienes no lo intentan, se contentan con escribir. Tienen sus razones, pueden ser respetables. Es posible, sin embargo, hacer un libro terminado, con todos los elementos que hacen a un libro. A medida que fui avanzando en el proceso, que lo fui viendo más cerca de concretarse, empezó a hacerse más real. “Está ocurriendo, es cierto, lo estoy haciendo”. Y hay que vencer cierta incredulidad, una sensación de “ésas son cosas que hacen los demás, no yo; yo soy lector, no escritor; mi lugar está de este lado”. Por ahí eso lo pienso yo solo, pero sospecho que no.
Es toda una serie de etapas internas que hay que superar hasta llegar a concretar algo así. Después queda el camino un poco más allanado para hacer más libros. Puede que nos interese o no. Pero poder, uno sabe que se puede.
Creo que escribir un libro, y un libro bueno, está al alcance de todos, o de casi todos. Hay muchas razones para no hacerlo, y sospecho que unos cuantos sólo no lo hacen porque no se dan cuenta de que lo pueden hacer. Porque no superan, o no se les ocurre superar, alguna de estas etapas. Sepa usted, señor lector, que puede. Y que es un placer cada vez más grande ir pasando de etapa en etapa.