Payday loans uk

En las clases de guión se usa a la película Volver al Futuro como un ejemplo de guión bien estructurado. La película está construida con un uso eficiente de los recursos. Los elementos que aparecen en las partes decisivas están plantados antes, y todos tienen sentido dentro de la narrativa.

A partir de la idea básica (un adolescente va al pasado, conoce a sus padres y pone en riesgo su existencia) se construye un mundo rico. Uno de los elementos es la comparación entre las distintas cosas como eran treinta años antes y en el “presente”. La ciudad en la que la película se sitúa es una provisión casi inagotable de esta clase de cosas. A tal punto que siguió trayendo cosas nuevas durante dos películas más.

Pero la riqueza de Hill Valley, y de la película, podía haberse visto reducida considerablemente de haberse seguido el plan original. Los guionistas de la película, Gale y Zemeckis, se encontraron durante la escritura con el mismo problema que los personajes: ¿de dónde sacar la enorme cantidad de energía que requiere la máquina del tiempo? E inicialmente lo resolvieron de una manera muy distinta.

Al principio de la película se ve que la máquina funciona con plutonio, porque requiere una reacción nuclear. Los guionistas, entonces, se acordaron de que en la época en la que querían situar el film había pruebas nucleares. Entonces decidieron trasladar a los personajes a New Mexico para la última parte de la cinta, en la que se produce el regreso.

Esta solución implicaba abandonar la ciudad que tanta riqueza proveía, y a resolver la historia principal con anticipación. O a hacer drásticos cambios respecto de lo que es la película final. El guión que se iba a filmar tenía este elemento. Sólo cambió cuando se dieron cuenta de que el presupuesto no alcanzaba para ir a New Mexico.

Ahí tuvieron que ver con qué elementos contaban y se les ocurrió lo del rayo en el reloj de la torre. De repente, tenían una solución mucho mejor. No sólo mantenía a la película en el mismo lugar donde había ocurrido todo el resto de la acción, sino que aparecían elementos que la enriquecían: que la acción principal del viaje en el tiempo sucediera gracias a la destrucción de un reloj, que los personajes pudieran anticipar un rayo específico por tener información del futuro, que hubiera un límite sobre cuánto tiempo tenía el protagonista en deshacer su error y enamorar a sus padres.

Las conclusiones son dos: a veces las trabas permiten mejorar la obra, porque obligan a aumentar la creatividad. Y, por otro lado, cuando los guionistas exploraron la obra y usaron los elementos que tenían en el mundo que habían creado, la película fue mucho mejor.

Hay algunas cosas que parecen obvias, pero es necesario darse cuenta de que son posibles.

Primero, es fácil saber que uno puede escribir. Se aprende en la escuela. Lo que no es tan simple es darse cuenta de que escribir no sólo uno lo hace bien, sino que es placentero. Que vale la pena ocupar el tiempo en hacerlo, y por eso solo ya es una actividad fructífera.

Después es cuestión de qué escribir. ¿Ficción? ¿Poesía? ¿Divulgación científica? ¿Por qué no? ¿Tengo la capacidad de inventar historias? Hay gente que no se lo pregunta y lo hace, y gente que no se lo pregunta y no lo hace. De repente es posible avivarse de que está al alcance de uno. Es cuestión de usar y ejercitar la imaginación, al menos en mi caso.

¿Alguien va a querer leerlo? Ahí ya no es autodescubrimiento. Aunque en cierto modo sí. Si uno piensa que nadie va a estar interesado en lo que escribe, nunca lo va a mostrar. Sus escritos, por buenos que sean, quedarán enterrados en un cajón o en un disco rígido (que puede estar adentro de un cajón). Hay que no sólo tratar de mirarlos con otros ojos, sino animarse a sacarlos, mostrarlos. En general los demás los van a recibir con buenos ojos, con ganas. Y hasta se van a sorprender de que uno escriba, porque en muchos casos es gente que no se ha preguntado si tiene la capacidad de hacerlo. Capaz que hasta se puede motivar a alguien.

Otro desafío es leer en público. Muchos se traban con esta posibilidad. En general, una vez aceptado, hay un nerviosismo, una ansiedad. La duración es variable, a mí habitualmente me agarra unos minutos antes de salir a escena y se me va cuando veo que el público está predispuesto favorablemente. La sensación de vencer esos nervios es muy placentera, y es lo que hace valer la pena el esfuerzo de leer (o cantar, o actuar, o lo que sea) en vivo. Estoy seguro de que a la gente con más experiencia le sigue pasando. De que McCartney antes de salir a tocar se pone algo nervioso y se pregunta “¿fracasaré?”

Una vez que uno se larga a escribir, es fácil fantasear con libros. Hay quienes no lo intentan, se contentan con escribir. Tienen sus razones, pueden ser respetables. Es posible, sin embargo, hacer un libro terminado, con todos los elementos que hacen a un libro. A medida que fui avanzando en el proceso, que lo fui viendo más cerca de concretarse, empezó a hacerse más real. “Está ocurriendo, es cierto, lo estoy haciendo”. Y hay que vencer cierta incredulidad, una sensación de “ésas son cosas que hacen los demás, no yo; yo soy lector, no escritor; mi lugar está de este lado”. Por ahí eso lo pienso yo solo, pero sospecho que no.

Es toda una serie de etapas internas que hay que superar hasta llegar a concretar algo así. Después queda el camino un poco más allanado para hacer más libros. Puede que nos interese o no. Pero poder, uno sabe que se puede.

Creo que escribir un libro, y un libro bueno, está al alcance de todos, o de casi todos. Hay muchas razones para no hacerlo, y sospecho que unos cuantos sólo no lo hacen porque no se dan cuenta de que lo pueden hacer. Porque no superan, o no se les ocurre superar, alguna de estas etapas. Sepa usted, señor lector, que puede. Y que es un placer cada vez más grande ir pasando de etapa en etapa.