El otro día tuve la oportunidad de ir como invitado a una clase en la Universidad de Moreno, con motivo de Léame. Jamás me imaginé que iba a hacer algo así.
Sabía que en la clase conocían Léame, que habían estado viendo algunos de los cuentos. Según los datos que tenía, había sido muy bien recibido, les había gustado lo que habían visto.
Esto me generaba una responsabilidad. Tenía que estar a la altura de las expectativas. Que no se decepcionaran al ver en persona al autor de algo que les gustó. No tenía ganas de dejarles un mal recuerdo. No tenía por qué ocurrir eso, claro, pero yo funciono así. Me preocupo de más.
Para que no fuera una exposición aburrida, con Cecilia, que daba la clase, planeamos hacer como actividad el cuento Camino azaroso. Este cuento tiene dieciocho segmentos que se eligen al azar entre diez posibilidades, por lo tanto tiene un trillón de combinaciones posibles.
Llevé el cuento impreso, con espacios en blanco en las partes variables. Y al principio les pedimos que inventaran ellos lo que faltaba. Tres se animaron a leer lo que escribieron, y salieron cosas muy divertidas. Algunas de las frases que pusieron estaban entre las que había puesto como posibilidad. La mayoría no, y varias fueron desopilantes.
Luego saqué dieciocho bolsitas con las variables originales, e hicimos varias pasadas del texto sorteando cada una. Se fue armando así la historia entre toda la clase, con resultados hilarantes. Lo que tiene ese cuento es que siempre hay posibilidades distintas, combinaciones que no pensé, contrastes que se generan sin haber sido diseñados. Es casi imposible que no pase cuando hay un trillón de configuraciones distintas. Lo bueno también es que mientras más pasadas, más divertido se hace. No sé por qué es, tal vez porque uno está más familiarizado con el esqueleto, o porque va viendo distintas posibilidades.
Después de esto, pasamos al espacio de Q&A, donde me hicieron distintas preguntas sobre la escritura y el libro. Me dieron la oportunidad de hacer una especie de versión en vivo de este blog.
Me trataron con mucho respeto. Fui presentado como “un narrador”. Me hablaban de usted. Y me escuchaban cuando hablaba. Me da satisfacción haber conseguido eso a través de lo que escribo.
Fue una experiencia muy agradable, la disfruté mucho. Si alguno de los que estaban ahí lee esto, sepan que se los agradezco.