Hace unos meses estuve en la inauguración de un festival de teatro adolescente. Durante la ceremonia, un amigo que forma parte de la organización mencionó que todo eso era posible porque “algo falló”. Se refería a que la posibilidad de hacer arte se da a través de las grietas de un sistema que lo quiere impedir. O algo así.

Nunca lo había pensado de esa manera. Me pareció un pensamiento muy adolescente. Y del estereotipo de la adolescencia, de rebeldía porque así lo mandan las hormonas, no contra una causa en particular. Aparentemente hay un sistema que quiere castrar al artista, convertirlo en alguien disciplinado que en lugar de hacer teatro estudia derecho, medicina, arquitectura o algo así. Un miembro de la sociedad que se levante a la mañana, vaya a trabajar, vuelva a la tarde, los sábados salga al cine y a comer, pague sus impuestos y se dedique a engendrar nuevos miembritos de la sociedad que con el tiempo harán lo mismo.

No está de más decir que mi manera de verlo es diferente. En la platea del teatro donde se hizo esa ceremonia, mientras escuchaba los discursos estaba maquinando cosas sobre el logro mío de este año, que es Léame. Y tenía claro que el sistema puede intentar castrar todo lo que quiera, si es que ése es su objetivo, pero la libertad se la tiene que dar uno mismo. Los sistemas de opresión, hasta el punto en que existen, están lejos de ser perfectos.

Queda en cada uno decidir qué hace con su vida. Y yo prefiero que escribir y publicar un libro sea un mérito mío antes que una falla de algo externo. Soy consciente también de que para que yo tuviera esa posibilidad tiene que haber habido un montón de cosas que no fallaron. Tengo que estar alimentado, haber tenido una educación más o menos, haber podido desarrollar cierto criterio. No todos tienen los requisitos para poder dedicar tiempo a hacer alguna actividad artística. Son ésos los casos en los que algo falló.

En mi caso, entonces, celebro todo lo que tuvo que salir bien para que yo escribiera un libro y pudiera salir al mundo. Desde la combinación genética que, de todas las personas que podría haber formado, me formó a mí. Hasta las decisiones que tomé que llevaron a la concreción de tan loable objetivo.