Está circulando esta imagen, que vale la pena comentar:

La imagen quiere mostrar cómo diferentes medios con distintos intereses (o públicos) muestra y deja de mostrar aspectos de la realidad según las conveniencias. OK, la objetividad en los medios no existe, no está diciendo nada nuevo, ni particularmente objetable.

Pero hay que tener cuidado. Esta imagen es simple, y es lógico que lo sea. Como tal, corre el riesgo de irse hacia el simplismo. Hay una operación que hace mucha gente que es igual de peligrosa que la deformación que pueda aplicar un medio.

Es la siguiente: tomar distintos medios de distintas tendencias, y asumir que muestran costados distintos de una misma realidad. Pensar que lo que callan unos lo dicen los otros, y viceversa. Hacerse la idea de que la verdad tiene dos caras, y nada más que dos.

Entonces, la gente que no quiere ser engañada por los medios, adopta una postura neutral. Que puede ser sana. El asunto es cuando esa neutralidad lleva a asumir que la verdad está en el medio de lo que dicen los distintos comunicadores.

Todos los medios tienen algún interés, por más que traten de ser lo más objetivos posible. No se puede pretender anular los puntos de vista. Existen, y está bien que existan. Está bien saber cuál es el interés de cada uno, y medir el contenido según eso. Pero no conviene quedarse sólo en eso. Conviene también medir el contenido por su propio mérito, a ver si se sostiene, si pasa las pruebas de credibilidad apropiadas.

Claro que eso no se puede hacer con todos los temas, ni todas las noticias. Entonces hay atajos, se puede confiar en que la información que habitualmente ofrecen ciertos medios acerca de ciertos temas puede ser razonablemente buena. Lo que no es saludable es considerar que uno está informado sobre un tema cuando leyó lo que dicen los diarios (o los canales de televisión, o lo que sea), por más que haya leído muchos. Para estar realmente informado, por más bien que informen los diarios, habitualmente hace falta ir a fuentes más directas.

También existen, en todo el mundo, medios a los que no hay que creer nada. Tienen, sin embargo, derecho a existir. Se llama “libertad de prensa” y cubre a los responsables junto a los que se dedican a la mentira pura. El asunto es que no son siempre los mismos. A veces cambian, a veces vuelven a cambiar, y a veces los contenidos son muy diversos. Hasta en los medios más rancios se puede colar eventualmente alguna verdad. La gente más despreciable podría tener razón.

Se puede generalizar, tender a leer algunos diarios y otros no, porque el tiempo de uno es limitado. Cada uno lo maneja como le parece. (También es perfectamente legítimo, por ejemplo, no leer ningún diario, no mirar ningún noticiero. De las cosas importantes uno se enterará igual, porque vive en una sociedad.)

Entonces, hay que tener cuidado. El cerebro tiene que estar funcionando. La verdad no está distribuida en partes iguales. Que muchos medios (o todos) insistan con mucha fuerza en un concepto no lo hace cierto. Hay que medir cada idea, cada hecho, a ver si pasa el detector de patrañas (baloney detection kit). Y siempre hay que tener en cuenta que no hay atajos en el pensamiento.