Uno de mis vicios es usar palabras genéricas para referirme a alguna cosa. Por ejemplo, cuando hablo de insectos, aunque sea de alguno específico, tengo que cuidarme mucho para no usar demasiado la palabra “artrópodo”. Me encanta ese vocablo, no sé por qué. Debe ser esa ere que está ahí, evitando que esos animales sean antrópodos, porque sería desagradable tener mosquitos, cucarachas, arañas y ciempiés con forma humana.

A veces no puedo resistir y la uso, pero tengo que tener extra cuidado, porque la tendencia es abusar de ese recurso. Del mismo modo, si no me reprimiera llamaría dinosaurios a todas las aves. Alguna vez hice un cuento que se trataba exactamente de eso, de llamar dinosaurios a todas las aves cotidianas, como palomas o gallinas. Ahí me lo permití. En general, sin embargo, no lo uso por más ganas que tenga, porque sólo produciría en el lector un confuso “¿eh?”

Otro ejemplo es referirme a las personas como Homo sapiens. Decir cosas como “bueno, tenemos que tener en cuenta que, ante todo, somos Homo sapiens“. Me divierte este uso particular, y creo que es el que más me permito (me parece que en este blog lo usé más de una vez). Sé, no obstante, que puede resultar cansador, entonces antes de escribirlo trato de preguntarme si realmente vale la pena. A veces es mejor moderarse para no diluir el impacto de ciertas herramientas.

Me parece que este gusto viene de Les Luthiers. Más exactamente, de una escena de la zarzuela Las Majas del Bergantín. Esta escena es en mi opinión una gran lección de cómo se escribe comedia. Amerita ser transcripta (la transcripción proviene del sitio Los Luthiers de la Web, aunque ha sido levemente corregida). Cuando arranca el fragmento, Carlos Núñez está mirando por un catalejo.

Carlos López Puccio: ¿Qué ocurre?
Carlos Núñez Cortés: ¡Veo un barco pirata a la derecha!
Carlos López Puccio: Se dice estribor.
Carlos Núñez Cortés: ¡Veo un estribor a la derecha! ¡Capitán, y veo muchos piratas! Hay uno de ellos muy corpulento que parece el jefe. Tiene pata de palo y lleva un loro en el hombro.
Carlos López Puccio: Un barco pirata… ¿Y cuál es su tamaño?
Carlos Núñez Cortés: Más bien pequeñín… es como un cotorrita pequeña…
Carlos López Puccio: No, digo que cuál es el tamaño del barco, hombre.
Carlos Núñez Cortés: Ah, el tamaño del barco… yo pensé que usted se refería… al tamaño de… del… psitácido. Unos sesenta metros de largo.
Carlos López Puccio: Largo no, eslora.

(Carlos Núñez mira asombrado al capitán, luego entorna los ojos para mirar al barco a lo lejos y luego a su catalejo preguntándose para que sirve, si el capitán es capaz de ver sin él algo que él mismo con el catalejo no ha alcanzado a ver. Incluso sopla por él para ver si está atascado)

Carlos Núñez Cortés: Bueno, hombre, yo dije “loro” generalizando.

(En esta versión, López Puccio es el capitán.)

El asunto del psitácido viene por dos lados. Uno, su inesperada aparición en lugar de “loro” o “pájaro”. En el video linkeado se puede apreciar la pausa dramática que hace Núñez antes de esa palabra, perfecta para que el espectador piense lo que viene, y se vea sorprendido por su llegada. El segundo lado es la idea de que un tripulante de bergantín sepa el nombre científico de la familia de los loros, y lo use en la conversación así porque sí. Sobre todo, cuando ni siquiera conoce los términos propios del barco.

El segmento no se agota ahí. Está perfectamente armado. Está muy claro que la idea fue relacionar la palabra “eslora” con el animal. ¿Cómo eligieron hacerlo? Recurriendo a distintos elementos, plantados uno atrás de otro, cada uno como un chiste autónomo:

  • El personaje no conoce que la derecha es “estribor”.
  • Cuando se lo menciona, piensa que “estribor” es el barco pirata.
  • Luego de describir la escena del barco que incluye el loro que es estereotipo de los piratas, cuando el capitán le pregunta por el tamaño, se refiere al tamaño del loro, como si fuera relevante.
  • Al rectificarse la pregunta, estima el tamaño del barco, pero no sabe que los 40 metros no son de largo, sino de “eslora”.
  • Cuando el capitán lo vuelve a corregir y le dice sólo la palabra “eslora”, el personaje, confundido, mira alternativamente al capitán y a su catalejo, en un momento de confusión que dura varios segundos y es interpretao espléndidamente por Carlos Núñez.
  • Por último, decide defender sus dichos, y afirma “yo dije loro generalizando”.

Acá todo apunta a la máxima eficacia del último chiste, que se lleva su correspondiente carcajada, del mismo modo que hay una gran carcajada cuando se introduce la palabra “eslora”. Lo interesante es que todo el diálogo apuntala la resolución, y si se cayera cualquiera de los elementos que aparecen, el asunto de la eslora sería mucho menos efectivo, y probablemente mucho menos ingenioso. A cualquiera se le puede ocurrir relacionar la eslora con una lora. Les Luthiers lo hace con la mayor efectividad, y le exprime hasta la última carcajada.