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Quiero compartir con ustedes algo que descubrí. Se trata de una comida que se está volviendo muy popular en los últimos tiempos. Consiste en una especie de pan chato, como simulando una asadera redonda. Pero se come, es una de esas comidas en las que el plato es parte del bolo, como los cucuruchos o las ensaladas de McDonald’s. Se le coloca encima una salsa hecha a base de unos curiosos vegetales colorados, originarios de América, que no se termina de saber si son fruta o verdura. Luego se condimenta. Arriba de eso va una especie de leche coagulada, que es una masa más o menos dura pero al calentar se derrite. Existen, de todos modos, algunas variantes. Algunos agregan otros ingredientes, en ciertos casos numerosos: granos amarillos que se resisten a ser digeridos, piernas de cerdo cocidas y cortadas en finas láminas, rodajas de frutas tropicales puntiagudas.

La combinación de todos los ingredientes ingredientes se inserta en una cavidad muy caliente, con pedazos de árboles cortados y encendidos, que permiten que el conjunto se cocien con rapidez. Se llega a un resultado final muy atractivo. Y relativamente barato, porque de uno solo de esos círculos se cortan cerca de ocho triángulos, y comen varias personas. Por eso es una comida medio proletaria, pero no tienen que dejarse atrapar por los prejuicios sociales. A veces los proletarios dan en el molde.

Están brotando establecimientos que venden este plato por todos lados. Tal vez los vieron. Por alguna razón, suelen tener línea Pepsi. Algunos de estos lugares ofrecen también el servicio de acercarlas a la casa correspondiente, con sólo llamarlos por teléfono, de manera que ni siquiera hay que ir hasta ahí y mezclarse con ellos. Se paga en efectivo al arribar el producto. No se preocupen, el alimento llega caliente. Es transportado a gran velocidad en unos rodados con motor, que como tienen dos ruedas implican un gran equilibrio por parte del transportista. Es por eso que se estila dejar un par de pesos de más, para reconocer el mérito de esa persona. Luego, sólo queda saborear.

En otra oportunidad les contaré acerca de un descubrimiento asombroso. Se trata de una máquina que proyecta una serie de fotos sobre la pantalla, como las del señor Muybridge, pero lo hace a una velocidad tan rápida que produce una sensación de movimiento. Es fantástico.

El extrañamiento es un recurso que consiste en tratar de mirar algo como si fuera por primera vez, y describirlo con esa actitud, con la idea de que salga algo más o menos interesante. El ejemplo más conocido es seguramente el texto de Cortázar “Instrucciones para subir una escalera“.

Es un recurso que me gusta. Lo practiqué desde mucho antes de descubrir a Cortázar, y es una de las razones por las que me da bronca que el señor Cortázar haya pertenecido a una generación anterior. ¿Qué mérito tiene escribir algo antes cuando uno vive con décadas de anticipación? Pero es así, Cortázar hizo esas cosas, y tengo que buscarme algo más original para escribir.

Pero eso no me impide usar el recurso. La vez pasada unos amigos mandaron un mail para coordinar una reunión, y sugerían amenizar la velada con sushi. Como esa propuesta no me gustaba, y estaba con ganas de alargar al pedo las cosas, les respondí lo siguiente.

De todos modos, déjenme sugerirles una comida que se está volviendo muy popular en los últimos tiempos. Consiste en una especie de pan chato, como simulando una asadera redonda. Se le pone una salsa hecha a base de unos curiosos vegetales originarios de América que no se termina de saber si son fruta o verdura. Se condimenta, y arriba de todo va una especie de leche coagulada, que es una masa más o menos dura pero al calentar se derrite. La combinación de esos ingredientes da un resultado final muy atractivo, porque es relativamente barato y de una sola de esas bandejas comen varias personas. Por eso es una comida medio proletaria, pero no tienen que dejarse atrapar por los prejuicios sociales. A veces los proletarios dan en el molde.

Están brotando establecimientos que venden este plato por todos lados. Tal vez los vieron. Algunos de estos lugares ofrecen también el servicio de acercarlas a la casa correspondiente, con sólo llamarlos por teléfono, de manera que ni siquiera hay que ir hasta ahí y mezclarse con ellos. Se paga en efectivo al arribar el producto.

Después háganme acordar que les cuente de un descubrimiento asombroso. Es una máquina que proyecta una serie de fotos sobre la pantalla, como las del señor Muybridge, pero lo hace a una velocidad tan rápida que produce una sensación de movimiento. Es fantástico.