Payday loans uk

Cuando miro televisión, trato de tener puesto el SAP para escuchar el audio original de los programas. Es una costumbre que viene de hace muchos años, y es el resultado del razonamiento “si puedo escuchar y entender el original, ¿para qué quiero una traducción?”. Es así, entonces, que un día cambié el audio de un documental que pasaba Animal Planet, y me encontré con una voz distintiva.

“Qué bien”, pensé, “trajeron al tipo de Jurassic Park para hacer la voz de este documental”. Me daba la impresión de que habían contratado al actor inglés que hacía del dueño del parque, el señor Hammond, el que dice “welcome to Jurassic Park”. Mi mente inquisidora se volcó entonces a buscar en la IMDB datos acerca de este actor. Y lo encontré, se llama Richard Attenborough. Me enteré de que es también director, y es suya, por ejemplo, la película Chaplin con Robert Downey Jr. Pero no figuraba ningún documental de naturaleza en su vasto curriculum.

Investigué más. Rápidamente encontré que el señor Richard era hermano de un tal David Attenborough, documentalista de naturaleza. Claramente lo había confundido con el hermano.

Como aquel documental me gustó, me puse a ver otros, y me encontré con varias cosas. Primero, la voz de David Attenborough proporciona placer con sólo escucharla. Después, este personaje no sólo hace voces en off, sino que también aparece ocasionalmente en pantalla. Tercero, sus documentales se nota que tienen un rigor que no se encuentra en todos. Están muy bien planeados técnica y narrativamente. Cuarto, se nota que a Attenborough le encanta hacer lo que hace, y transmite ese amor como hacen los grandes maestros. Y quinto, como los documentales tenían al principio su nombre, claramente tenía una estatura importante dentro de ese mundo. Juzgando por el aspecto, era posible que tuviera una trayectoria muy larga.

Volví a investigar. Encontré, por ejemplo, que cuando fue directivo de la BBC, él fue el que encargó la serie The Ascent of Man, que es algo así como una historia de la sabiduría humana, y una de las más grandes influencias de Cosmos.

¿Cómo hace un documentalista para encargar una serie? Resulta que el tipo fue director del canal BBC2 en los ’60, cuando recién abría. La historia es apasionante. Era empleado de la BBC desde hacía tiempo, había hecho algunos programas, y subió la escala hasta llegar a esa posición. Cuando subió a ese puesto, se hizo poner una cláusula en el contrato que le permitiera seguir haciendo documentales ocasionalmente.

Ese segundo canal de la BBC, que poblaba la televisión inglesa junto a BBC1 y a la cadena privada ITV, estaba pensado para que tuviera una programación diferente, que no buscara necesariamente el éxito de público. Era responsabilidad del programador comisionar los programas. Él decidía qué iba al aire.

En el medio de su período ahí, BBC2 fue por razones técnicas el primer canal de Europa en transmitir a color. Attenborough aprovechó para hacer programas que mostraran el color, televisó deportes que antes no se podían mostrar, y encargó una serie que mostrara a todo color las grandes obras de arte occidentales: Civilisation, la primera serie de documentales “personales”, hecha por Kenneth Clark. Fue la precursora de The Ascent of Man.

Attenborough fue también responsable de poner en el aire a Monty Python Flying Circus, que no tengo que ponerme a explicar la enorme influencia que ejerció en el humor de las siguientes décadas.

Después de algunos años, fue ascendido a director general de programación de toda la BBC, incluyendo ambos canales. Pero algo lo inquietaba. El trabajo de oficina no lo estimulaba. A mediados de los ’70, su tarea era lo suficientemente valorada como para que le ofrecieran el puesto de capo principal de la BBC. Pero Attenborough sabía que eso no le iba a dejar salir a hacer sus documentales. Y sabía también que se estaba planeando una serie que se consideraba sucesora natural de Civilisation y The Ascent of Man, una serie sobre la historia de la vida. No quería perderse la posibilidad de ser el que la realizara.

La decisión que tomó, entonces, fue renunciar a su puesto en la BBC y dedicarse a hacer documentales. El primero fue Life on Earth, un resumen en 13 capítulos de la historia de la vida. Profundizó el tema en los ’80, completando una trilogía con The Living Planet y The Trials of Life. En el medio, hizo otros proyectos más cortos, como una historia del Mediterráneo y la cultura europea, y una serie sobre fósiles.

Después de la trilogía inicial, en los ’90, se abocó a series más específicas, estudiando grupos de animales. Salieron cosas como The Life of Birds y The Life of Mammals. Hizo una serie de seis capítulos sobre la vida de las plantas, usando cámaras programadas para tomas de largo tiempo. Este documental es notable por los logros técnicos. No sólo mostraban movimiento en las plantas, sino que lo hacían con sentido narrativo y movimientos de cámaras. Es algo extremadamente bien planeado.

Otra serie, Life in the Undergrowth, muestra con microcámaras la vida de los insectos. First Life muestra animación de formas extinguidas, y cómo se las descubrió. Life in Cold Bl0od se ocupa de reptiles y anfibios. Life in the Freezer muestra los recursos que tiene la vida para poder mantenerse en los polos.

Últimamente están saliendo unos mega documentales con un tremendo despliegue de producción, en general hechos en conjunto por la BBC y el Discovery Channel. Hasta ahora son Blue Planet, Planet Earth, Life y Frozen Planet. Aunque no forman parte de su filmografía personal, David Attenborough es el narrador de todos ellos, no como mero locutor porque también los escribió. Extrañamente, en las versiones de otros países (incluso las de Estados Unidos) su voz fue reemplazada. La serie Life, por ejemplo, está acá con un subtítulo que dice “narrada por Juanes”. Y no tengo ningún problema con el señor Juanes, pero para mí ese subtítulo lo único que dice es “sacamos la voz de Attenborough cuando podríamos haberla dejado”.

Con 86 años, sigue viajando por todo el mundo y haciendo series. El año pasado sacó una de tres capítulos sobre Madagascar. Está haciendo series en 3D para Sky. Hay un montón de especiales sobre algún tema en particular, como el Attenborough and the Giant Egg que ilustra este texto. Hay una serie de radio, con dos temporadas de veinte programas de diez minutos cada uno, titulada David Attenborough’s Life Stories, que recomiendo escuchar. No es más que su voz contando anécdotas personales y generales sobre su vida y la vida. Es una delicia escucharla.

David Attenborough es una leyenda. No puedo más que recomendar su trabajo, porque es extraordinario. Nadie reune esa pasión por la naturaleza, sabiduría y capacidad de transmisión. Nadie tiene tanta experiencia en televisión. Nadie tuvo la posibilidad de ver tantos lugares donde hay tantos animales raros y comunes. Nadie tiene esa voz. Escúchenla.

En Léame hay un cuento, Hay sardinas, que no me avergüenza decir que está sacado de uno de sus documentales. No es más que la misma trama de un segmento, algo exagerada, y contada en texto. Por eso me di el gusto de ponerlo entre los agradecimientos de la presentación. Y para mí que Spielberg, cuando contrató al hermano para Jurassic Park, también se dio el gusto de hacerle narrar el nacimiento de los velociraptors, como un guiño al enorme legado de David Attenborough.

En 1985, Claude Lanzmann lanzó Shoah, un documental sobre el Holocausto (el título tengo entendido que es la palabra hebrea para decir holocausto). Es una película que contiene testimonios de sobrevivientes de campos de concentración, y de gente que cometía algunos de los crímenes que tuvieron lugar. Estuvo como diez años para terminarla, y la película completa dura cerca de diez horas.

La vi entera, hace una década, en la facultad (que tenía una de las dos copias en VHS que aparentemente existían en Buenos Aires). ¿Cuál fue mi reacción? Un tremendo embole. Debo haber tenido suerte. Diez horas sobre el Holocausto más que embole deberían causar una tremenda depresión. Pero seguramente el embole fue más porque el film nunca logró atraparme.

Uno pensaría que una película sobre el Holocausto no tiene forma de aburrir. Debería, en todo caso, exigir ser apagada, al estar el espectador enfrentándose a horrores indescriptibles. Pero Shoah adoptó otro camino. El director tenía algunas consideraciones que marcaron la estética a utilizar.

La principal fue que no usó material de archivo. Según vimos en clase, Lanzmann pensaba que esas imágenes, que todo el mundo tiene más o menos vistas, distancian al espectador actual del hecho. Quería mostrar que fue algo real, que le pasó a gente real, y no ocurrió en un mundo conceptual ni en un mundo que ya no existe. Entonces la película consistió en largas charlas entre él y los protagonistas, que contaban en detalle las cosas que vivieron.

En el medio, había imágenes de los campos de concentración. Pero como no eran de archivo, eran imágenes de los campos de concentración ahora. ¿Y qué se veía? Campos. Recuerdo lentos paneos en los que no había más que pasto, y cada tanto se veía alguna edificación.

Entre las entrevistas que hizo, había una que era clandestina. Un oficial alemán había aceptado hablar off the record, y Lanzmann le puso una cámara oculta. Pero, si mi memoria no falla, esa escena consiste en el director, desde una combi cercana, recibiendo las imágenes de la cámara oculta. No me acuerdo si se podía ver directamente lo captado por la cámara. No era Telenoche Investiga.

La cuestión es que la película, aunque durara diez horas, no me dejó con la sensación de saber más sobre el Holocausto que antes, ni con la sensación de entenderlo más, o entender lo que sufrió la gente, o darme cuenta de la magnitud de lo ocurrido.

Una película que sí lo consiguió es Schindler’s List, que usaba los recursos totalmente opuestos. Primero, era una ficción, no un documental. Segundo, aun siendo una ficción, Spielberg eligió rodarla en blanco y negro precisamente para que se pareciera a un documental hecho en la época que ocurrieron los hechos. Tercero, como hay un hilo narrativo preciso, el director usó los recursos cinematográficos para crear máximo impacto. Particularmente efectivo es el uso del color en un detalle que aquellos que vieron la película saben perfectamente cuál es, y los que no, mejor mírenla.

Esa película, a pesar de que por momentos sufre de porfavordenmeunoscaritis, me parece que consigue dar una idea del impacto de lo ocurrido, y permite que el espectador sienta cierta empatía por lo que sufrieron las víctimas (casi escribo “sienta lo que sintieron”, eso sí que no es posible).

Me parece, entonces, que el poder del cine está en mostrar las cosas. Shoah elige evitar ciertos recursos, por razones que pueden ser muy respetables, pero el precio es que la película pierde impacto, y el ejercicio resulta puramente intelectual. Algo que no deja de tener valor, por cierto. Y que puede ser lo que busca alguien que sabe que va a ver una película de diez horas.