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Una de las series que pueblan Léame es la que, a falta de un título mejor, llamo Las aventuras del cuerpo humano. Se distinguen por una característica común, que es la cantidad de vicisitudes que puede albergar un cuerpo escrito. Son muchas más que las que soporta un cuerpo vivo mientras mantiene esa condición.

Entonces hay historias de deformidades, de extrañas invasiones, de partes que se rebelan. No sé por qué, es una serie bastante numerosa. Han quedado muchos cuentos afuera, por ejemplo el titulado Fuga del cuerpo, que pueden leer siguiendo el link como una muestra del estilo.

En general los cuentos pertenecientes a esa serie están redactados en primera persona. No sé por qué. Salen así. No es intencional. Pero quiero que quede claro. Esas historias no son verídicas. No me ocurrieron, sino que son producto de la imaginación.

De hecho, casi podríamos decir que nada de lo que está escrito en Léame es cierto. Son todas mentiras. Pero cuidado, caro lector. Que nada sea cierto no significa que Léame no contenga verdades. Ellas se revelarán durante la lectura, directamente en su cerebro, si usted sabe lo que hace. Las verdades que salen de mi mente entrarán así a su cuerpo, y lo acompañarán a todos lados.

Si no me equivoco, Léame no contiene “malas palabras”. Pero no se confunda, amigo lector. Podría pensarse que la ausencia de esos vocablos es una forma de respeto al público. Que elijo el camino sano, la prístina pureza de la transparencia. Quiero dejar claro que no es así.

Que no haya malas palabras es un accidente. Estuvieron a punto de estar. Había un texto que directamente insultaba al lector, hasta que llegamos a la conclusión de que no era una buena idea estar insultando al lector. Puede provocar que quiera dejar de serlo. Y eso no es bueno. Porque puede ser que ocurra después de que compre el libro, pero el libro no se llama Cómpreme, se llama Léame. Entonces no pongamos trabas en esa lectura. Ese texto fue retrabajado, y cambió hasta el título. Ahora se llama Seamos buenos.

Algunos pueden pensar que todo esto es verso y la razón del vocabulario limpio es que no me animo a escribir malas palabras. Mierda. Así de fácil es refutarlo. Puta. Culo. Claro que me animo. Me animo y es más, el resto de este párrafo va a contener sólo palabrotas. Carajo. Forro. Pelotudo. Cagar.

Las malas palabras tienen su lugar, y no me hubiera molestado que Léame incluyera alguna. Pero tampoco voy a ponerlas sólo por ponerlas. No da. La última fue extirpada en la revisión final. Uno de los cuentos contenía una referencia a un momento clásico del cine argentino, que ocurre en una película que no vi. Es el señor H. Alterio gritando “la puta que vale la pena estar vivo”. En una de las correcciones estimamos divertido que un personaje dijera eso en un momento de contemplación cósmica o algo. Pero en la última lectura me ocurrieron dos cosas.

La primera fue que no me terminaba de convencer ese pasaje. La segunda es que era consciente de que ésa era la única palabrota de todo el libro (ya la aparición de “mierda” había sido reemplazada por “porquería”, que a mi juicio suena mejor y es poco valorada). La aparición de “puta” rompía el invicto insultatorio del libro. Me pareció que valía la pena tener una buena razón para incluirla. Y juzgué que esa referencia no era razón suficiente. Así que toda la frase fue extirpada, y pienso que el libro es mejor por eso.