Del mismo modo que me parece que Les Luthiers es una gran razón para saber castellano, la prosa de Stephen Jay Gould es un placer de leer en inglés. Nunca leí una traducción, y tal vez sean excelentes, pero me permito sospechar que no le hacen justicia. Es muy difícil replicar a alguien tan erudito, elegante y tan buen escritor.
Gould fue un paleontólogo prestigioso, que se hizo conocido en el mundo no científico por sus obras de divulgación. Tiene varios libros originales como Wonderful Life, sobre la vida en el período cámbrico. Los más conocidos, sin embargo, son sus colecciones de ensayos publicados en la revista del museo de ciencias naturales de New York.
Estos ensayos, de aparición mensual, tenían a la evolución como temática unificadora, pero podían tratarse de cualquier cosa. Biografías de científicos, comentarios de actualidad política referida a la ciencia, anécdotas, curiosidades de animales, historias de teorías llamativas, conexiones entre hechos aparentemente no relacionados.
Por ejemplo, el ensayo titulado George Canning’s Left Buttock and the Origin of Species cuenta una serie de hechos que desembocaron en el viaje de Darwin en el Beagle, donde juntó evidencia e ideas para después formar la teoría de la selección natural. Esa cadena podría no haberse producido, si el señor Canning (el ministro inglés de la avenida Scalabrini Ortiz) no hubiera recibido una bala en la nalga izquierda durante un duelo.
El estilo incluye muchas disgresiones, al punto que el lector rara vez sabe dónde va a ir un ensayo cuando lee los primeros párrafos. Pasa por muchos temas mientras expone lo que quiere decir, algunos los explora en profundidad y otros sólo los toca como comentarios.
Una de las ventajas que tiene un científico que escribe, respecto de un escritor o periodista que escribe sobre ciencia, es que puede ir a las fuentes más básicas y entenderlas sin ayuda. Gould, además de esto, tenía una cantidad de recursos disponibles gracias a su puesto prestigioso en Harvard.
Los libros de ensayos de Gould suelen contener uno sobre algún tema trivial. Es una de las costumbres que me gustan. Pero cuidado: el tema es trivial, el contenido del ensayo no. El ejercicio intelectual puede ser disparado por cualquier cosa, sea algo de gran prestigio académico o no. Gould aplicaba el mismo rigor que para el resto de los temas, aun cuando científicamente el tema no ameritaba ningún tratamiento.
Por ejemplo, un ensayo en Bully for Brontosaurus cuenta la evolución de las disposiciones de letras en los teclados, y por qué se impuso el esquema QWERTY. Analiza aspectos técnicos y culturales, y saca conclusiones más generales sobre la historia y las circunstancias que la crean (las contingencias históricas son uno de los temas más recurrentes en Gould).
El que más me gusta es uno que apareció en Hen’s Teeth and Horse’s Toes, donde trata en gran detalle la evolución del tamaño de las barras de chocolate Hershey’s. Muestra, con gráficos y predicciones, cómo las barras de determinados precios han ido reduciendo su tamaño hasta desaparecer. Para escribir el ensayo, se sirvió de los datos que él mismo recopiló durante años de comer chocolate.
Esto implica un poder de observación y deducción no sólo presente, sino puesto en práctica muy seguido. El ensayo fue publicado en la revista, y después, para la edición del libro recopilatorio, pudo comparar sus predicciones con lo que ocurrió. Algunas se cumplieron, y otras se vieron impedidas por circunstancias nuevas. Aprovechó entonces para volver a hablar de las contingencias, y de fenómenos similares en el mundo biológico.
Así que recomiendo leer los libros de ensayos de Gould. Para tener ese placer hace falta un nivel razonablemente bueno de inglés. Si usted no lo tiene, le conviene conseguirlo. Después lea a Gould y verá que vale la pena.