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La presentación de Léame, está casi confirmado, será el viernes 16 de diciembre. No será el único libro que se presente ese día. Viajera edita cuatro títulos. Uno de ellos es ranamadre, de mi amiga Nadina Tauhil.

Nadina, poeta ella, no pone mayúscula en el título. Así que se lo respetaré. ranamadre es su primer libro, una colección de poemas de distintas series. Dejemos que ella nos diga algo al respecto:

Si bien ranamadre es un libro de poemas creo que, por sobre todas las cosas, cuenta una historia. Tanto los poemas del libro como los microrelatos que lo forman y le dan nombre hablan de un camino. Un camino, un viaje hacia aquello que más se desea y, sin embargo, se teme. Un viaje de vuelta a la infancia y sus fantasías. Un camino hacia lo enigmático del existir, del crecer, del ser mujer.

La verdad es que no he leído ranamadre entero, estoy esperando que salga (nazca). Pero las partes que conozco son al mismo tiempo devastadoras y vulnerables.

De particular interés para mí es la serie sobre las ranas que crían a sus hijos en el estómago, de forma tal que emergen no como renacuajos sino como ranas ya formadas. Así se protegen de los predadores. Las ranas en sí mismas son un punto de partida poético. Si se me hubiera ocurrido a mí hacer una serie sobre ellas, le habría dado un carácter científico, seguramente me hubiera mandado una crónica de Darwin. Nadina hace otra cosa. Se centra en el aspecto maternal, de protección, de fuerza y miedo.

Estoy seguro de que el libro completo tendrá partes que me van a sorprender. Espero que estén algunas de las cartas como ésta. Si está esa carta, se complementará con un texto similar de Léame, donde se puede ver el carácter científico del que hablo más arriba. Lo notable es que la que es científica es ella.

A principios de año nos dimos cuenta de que íbamos a presentar juntos el libro, y ambos nos alegramos de que fuera así. Estoy disfrutando mucho compartir este proceso con Nadina.

Esta es la segunda entrega de la cobertura de outtakes. Estos cuentos podrían estar en Léame. En algunos casos su ausencia hace que el libro sea mejor. A otros se los extraña.

  • El fin de las burbujas es uno de los primeros coqueríos. En este cuento, la Coca-Cola Company quiebra por un escándalo financiero, y el mundo se queda sin Coca-Cola. El cuento me gusta, y tiene un final que no se ve venir, aunque no es tan sólido, líquido ni gaseoso como los otros coqueríos. Tampoco era cuestión de llenar el libro de cuentos sobre la misma sustancia.
  • La persistencia del grano es un antropomorfismo. Cuenta la trayectoria de un grano de choclo desde su cultivo hasta su morada final, desde el punto de vista del grano. Hay un par de versiones distintas de este cuento, que por el momento coexisten. Como no me decidí por ninguna, opté por dejarlo para otra ocasión, así hay tiempo de cocinarlo más.
  • Una historia real de tropiezo, caída, perseverancia y triunfo final cuenta exactamente eso. Una anécdota verídica, en la que un tropezón no fue caída. Este texto en cámara lenta recorre las sensaciones que viví mientras sentía que me iba abajo, hasta que el optimismo venció finalmente. No entró simplemente porque no pasó el filtro, los que entraron son mejores.
  • El fuego no se apaga es una entrega de El Rincón Sensible, que habla de cumpleaños. Relaciona la reaparición del fuego de las velitas con la persistencia de la vida ante el inevitable avance de la edad. Es un cuento que me gusta, pero ya hay otro de cumpleaños que es mejor. Y como tienen tonos similares, uno se tenía que quedar afuera.
  • Esclavo de mi cerebro tiene el privilegio de ser uno de los mejores cuentos tempranos, uno que me gustó mucho haber escrito cuando lo terminé y me dio ánimo para seguir escribiendo. Lo bueno es que siento que lo superé, que estoy en un nivel más alto, y por eso no es parte de Léame. Se trata de un cuerpo que se resiste a los mandos de su cerebro. Es posible, ahora que lo pienso, que sea una de las primeras Aventuras del Cuerpo Humano.
  • El destinatario es uno de los primeros intentos de texto más o menos largo. Durante un tiempo se llamó Tiburcio, el destinatario, porque el personaje principal se llama Tiburcio. Este señor tiene la particularidad de creer que todos los carteles, y todo lo que dicen a su alrededor, está dirigido a él. Podríamos decir que es una historia algo landruesca, que quiere evocar a cabezaduras como el Señor Porcel. No estuvo tan lejos de entrar. Fue otra víctima de su edad, y un estilo que muestra que está escrito por alguien con menos práctica.
  • Mayordomos asesinos contiene una historia victoriana sobre la reacción de la sociedad ante los numerosos crímenes cometidos por mayordomos. Es razonablemente ingenioso. Pero, al igual que ocurre con El fuego no se apaga, otro cuento de Léame usa el mismo recurso, y salió ganador en la competencia entre ambos.

La historia continuará. Como se ha dicho en la entrega anterior, los textos linkeados son del blog personal, y no son las versiones retrabajadas para Léame. Son el punto de partida, de haber llegado al libro estos cuentos estarían mucho más pulidos, y tal vez hasta reescritos.