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Léame tiene un montón de cuentos sobre la Coca-Cola. En general, muchos productos de consumo se hacen un lugar fácilmente en mi literatura. Algunas personas han notado la tendencia, y comentan que estos cuentos no cuestionan el capitalismo.

No sé si aquellos que hacen ese comentario lamentan ese hecho, lo celebran, o sólo lo notan. Hay gente, por otro lado, que no puede pensar en el consumo sin que le brote cierto impulso a la denuncia, a dejar claro que su posición es que la sociedad funcionaría mejor sin dinero, porque el dinero es la causa de todos los males.

Por mi parte, no tengo ninguna necesidad de aclarar eso porque no es lo que pienso. No soy de esa gente que tiene que andar proclamando su sensibilidad social a través de consignas memorizadas. A mí me gusta otra cosa. No tengo ningún problema en estar a favor del dinero, porque lo que a esta gente le molesta es la codicia, particularmente la excesiva. Y si no hubiera dinero, los codiciosos codiciarían otras cosas. No es tan simple el asunto.

De todos modos, esa aclaración es innecesaria. Los cuentos son sobre productos de consumo, no hace falta que inserte en ellos opiniones sobre el consumo mismo. Que yo sepa, no lo condenan ni lo celebran. En todo caso, muestran su existencia.

Hay gente a la que no le parece suficiente. Piensa que tendría que estar en contra del consumismo, y explicitarlo. Y sí, estoy en contra del consumo excesivo, porque en general estoy en contra de los excesos. Pero a) no significa que tenga que dedicar mi literatura a postularlo y b) el consumismo no es lo mismo que el consumo. El consumo en sí no tiene nada de malo, al menos en opinión de este autor, y si hay gente que se fanatiza, eso es un problema. También en este caso, si no tuviera al consumo para fanatizarse, se fanatizaría de otra cos. El problema es el fanatismo.

Entonces, dentro de lo razonable, me gusta el consumo y la posibilidad de hacerlo. Y supongo que eso se refleja en los cuentos. Donde a veces, sí, aparecen situaciones ridículas a partir del consumo y de sus excesos. Pero pienso que está bueno reírse de esas cosas ridículas, sin necesidad de tomarse el tiempo para juzgarlas.

Lo que sigue es parte del pack de prensa de Léame. Son algunas preguntas cuya respuesta se puede encontrar en el libro.

¿Cómo hace el autor para conversar con el lector cuando el libro ya está impreso? ¿Cuál es el peor momento posible para tener una experiencia sobrenatural? ¿Qué haría Domingo Faustino Sarmiento si fuera revivido por el doctor Frankenstein? ¿Cómo reconocer a los miembros productivos de la sociedad con sólo un vistazo? ¿Qué ocurre cuando el Universo todo está pendiente de una pelota detenida? ¿A qué extremos puede llegar el placer de tomar una refrescante gaseosa? Cuando dos personas se invitan mutuamente, ¿quién debe pasar primero? ¿Cuál es la forma más didáctica de sacudir una sortija de calesita? ¿Qué puede hacer un árbol que está cansado de sus raíces y quiere salir a caminar el mundo? ¿Conviene dar refugio a una nube indefensa? ¿Qué placer queda cuando se termina el mundo y uno es el único sobreviviente? ¿Cómo se desenvuelve el devastador poder de limpieza cuando los verdes enzolves se escapan de su hábitat? ¿Cuál es el riesgo de comer muchas semillas? ¿Cómo transitar la calle Florida cuando está cubierta de gente? ¿Adónde va ese camión lleno de centauros?

Esta es la segunda entrega de la cobertura de outtakes. Estos cuentos podrían estar en Léame. En algunos casos su ausencia hace que el libro sea mejor. A otros se los extraña.

  • El fin de las burbujas es uno de los primeros coqueríos. En este cuento, la Coca-Cola Company quiebra por un escándalo financiero, y el mundo se queda sin Coca-Cola. El cuento me gusta, y tiene un final que no se ve venir, aunque no es tan sólido, líquido ni gaseoso como los otros coqueríos. Tampoco era cuestión de llenar el libro de cuentos sobre la misma sustancia.
  • La persistencia del grano es un antropomorfismo. Cuenta la trayectoria de un grano de choclo desde su cultivo hasta su morada final, desde el punto de vista del grano. Hay un par de versiones distintas de este cuento, que por el momento coexisten. Como no me decidí por ninguna, opté por dejarlo para otra ocasión, así hay tiempo de cocinarlo más.
  • Una historia real de tropiezo, caída, perseverancia y triunfo final cuenta exactamente eso. Una anécdota verídica, en la que un tropezón no fue caída. Este texto en cámara lenta recorre las sensaciones que viví mientras sentía que me iba abajo, hasta que el optimismo venció finalmente. No entró simplemente porque no pasó el filtro, los que entraron son mejores.
  • El fuego no se apaga es una entrega de El Rincón Sensible, que habla de cumpleaños. Relaciona la reaparición del fuego de las velitas con la persistencia de la vida ante el inevitable avance de la edad. Es un cuento que me gusta, pero ya hay otro de cumpleaños que es mejor. Y como tienen tonos similares, uno se tenía que quedar afuera.
  • Esclavo de mi cerebro tiene el privilegio de ser uno de los mejores cuentos tempranos, uno que me gustó mucho haber escrito cuando lo terminé y me dio ánimo para seguir escribiendo. Lo bueno es que siento que lo superé, que estoy en un nivel más alto, y por eso no es parte de Léame. Se trata de un cuerpo que se resiste a los mandos de su cerebro. Es posible, ahora que lo pienso, que sea una de las primeras Aventuras del Cuerpo Humano.
  • El destinatario es uno de los primeros intentos de texto más o menos largo. Durante un tiempo se llamó Tiburcio, el destinatario, porque el personaje principal se llama Tiburcio. Este señor tiene la particularidad de creer que todos los carteles, y todo lo que dicen a su alrededor, está dirigido a él. Podríamos decir que es una historia algo landruesca, que quiere evocar a cabezaduras como el Señor Porcel. No estuvo tan lejos de entrar. Fue otra víctima de su edad, y un estilo que muestra que está escrito por alguien con menos práctica.
  • Mayordomos asesinos contiene una historia victoriana sobre la reacción de la sociedad ante los numerosos crímenes cometidos por mayordomos. Es razonablemente ingenioso. Pero, al igual que ocurre con El fuego no se apaga, otro cuento de Léame usa el mismo recurso, y salió ganador en la competencia entre ambos.

La historia continuará. Como se ha dicho en la entrega anterior, los textos linkeados son del blog personal, y no son las versiones retrabajadas para Léame. Son el punto de partida, de haber llegado al libro estos cuentos estarían mucho más pulidos, y tal vez hasta reescritos.