Payday loans uk

Once upon a time, había un grupo en Facebook que se llamaba “es yendo no llendo hijos de puta”. Su espíritu era expresar justo desagrado ante la vista de alguna abominación lingüística. El caso particular del título era apropiado. Mucha gente escribe “llendo”, por ignorancia o porque está tan difundido que creen que es así. Y ver eso genera una sensación fea.

La ortografía tiene su razón de ser. Ayuda a ordenar los pensamientos. Facilita el acceso a otros significados de las palabras, o a su origen. En el caso de palabras compuestas (o que lo han sido) deja ver la conexión inicial, y aunque uno no lo perciba, está transmitiendo mucho más que lo que la palabra significa en este momento.

La gramática también tiene su razón de ser. Es un sistema que ordena las palabras, de manera que su combinación tenga sentido. Los idiomas están armados con gramáticas particulares, que también expresan algo sobre la manera de pensar de quienes los diseñaron y/o los pueblos que los hablan.

Ahora, la ortografía y la gramática no son inmutables. Cambian con los años, las generaciones, los siglos. Palabras que significaban una cosa después significan otra. Palabras que se usaban son reemplazadas. Formas populares dejan de serlo. Eso no tiene nada de malo, simplemente es así. Pero hay gente que piensa que ortografía y gramática son valores supremos, que están por encima de todo y deben ser respetados a rajatabla.

Ellos forman la policía gramatical (propiamente, la policía ortográfica y gramatical). Gente que se dedica a patrullar el Universo en busca de errores, para poder subirse a su pedestal y exclamar “ignorantes”.

El tema es que eso es un aburrimiento supremo. Hay una diferencia entre irritarse al ver bestialidades y ponerse a buscarlas, sobre todo si lo que uno encuentra es que alguien se equivocó en una letra, en lo que podría ser un error de tipeo.

Pero hay algo más. Las faltas de ortografía y gramática también son expresivas. Va más allá de la vida del lenguaje. El uso intencionalmente malo de sus recursos es también una posibilidad creativa. A veces, se está diciendo algo cuando uno comete una falta. Otras veces, uno es un bestia. Existen las dos posibilidades.

Ese grupo de Facebook con el tiempo se llenó de estos policías, y alguien dio la alarma sobre la pobre gramática del nombre. Supongo que habrá habido algún tipo de debate. Actualmente, el nombre del grupo es Es “YENDO”, no “LLENDO”; ¡hijos de puta!

Es decir, agregaron las comillas a las dos palabras en cuestión, las separaron con una coma, y la segunda parte de la oración fue diferenciada de la primera mediante un punto y coma. Además, como esa parte es una exclamación se agregaron los signos de apertura y cierre correspondientes.

Ese nombre expresa la obsesión por las minucias lingüísticas. El otro nombre, que sólo se quejaba de una bestialidad común, era mucho más expresivo que el que usa correctamente el lenguaje. La policía gramática le sacó el alma a la frase.

Ahora sólo queda el grupo entiendanló es YENDO no LLENDO! Aunque, viendo los comentarios que están posteados, parece que la policía gramatical ya empezó a operar.

Hay un fenómeno que podríamos llamar el “desplagio”, o el “antiplagio”. Consiste en escribir algo y atribuirlo a una persona conocida, para que eso le dé repercusión.

Existen muchos ejemplos. En general las personas a las que se atribuye el material suele ser gente con cierta trayectoria, fama y reconocimiento. Gente con credibilidad en los círculos donde se pretende difundir lo propio. Así, aparecen frases apócrifas de Quino, de Lennon, de María E. Walsh, de Les Luthiers.

Quien sea que se toma el trabajo de escribirlo es alguien desprendido, que le importa más que sus escritos lleguen al público que la posibilidad de que lleguen con su nombre (suponiendo que quien escribe y quien atribuye sean la misma persona). Es una técnica que da resultado, porque mucha gente reenvía, o comparte por Facebook, lo que recibe. Y es posible que tenga más ganas de reenviar algo si lo dijo alguien que admira. Hay un cierto aroma a apelación a al autoridad.

Debe ser extraño ser una de esas personas y ver que la gente piensa que uno dijo lo que no dijo. Particularmente cuando lo que se dice no es algo con lo que uno esté de acuerdo, pero también si sí. Terceros pintan la imagen que otros terceros tienen de uno, y no hay mucho que se pueda hacer al respecto. Desmentirlo no sirve para nada, porque quienes escuchan la desmentida suelen ser personas distintas, que probablemente ya sepan que las citas son apócrifas. Mientras tanto, los otros continuarán reenviando las frases originales, sin ningún problema, sin presumir que están mandando falsedades.

Lo que observo es que la gente que manda estas cosas, en general, no es gente que se acuerde mucho de lo que lee, y menos de quién escribió lo que lee. Reenviar es un impulso casi automático. Entonces, las citas atribuidas a uno serán prontamente olvidadas por la mayor parte de los que las leen.

En mi caso, cuando cito gente me gusta hacer lo contrario: no atribuirlas. En general pongo comillas o alguna otra indicación de que no es algo que esté diciendo yo, sino algo que cito. A veces indico las iniciales del autor (o del que creo que lo dijo). Lo que quiero que se destaque es lo que está dicho, porque no importa quién lo dijo, sino qué dijo.

Si se considera que el autor es relevante, es porque se quiere relacionar a esa persona con lo que dijo, o se supone que dijo. Tiene que provocar una reacción distinta la frase con el nombre del autor, que la frase sola. Y en ese caso, el mensaje ya no es lo que dijo el autor. Es algo que está diciendo uno.