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Léame está armado con un orden específico. La intención es que el lector vaya de la página 1 hasta la (alrededor de) 130, y sea una experiencia determinada. Claro que nadie puede impedir que usted, estimado lector, lo agarre por el medio y empiece a leer desde cualquier lado.

Este autor hace lo mismo. Cuando escucha música, en general es con el random puesto. Aunque hay algunos discos que se prestan más que otros a esa práctica. Son los que no forman una historia, o narración, ordenada. Los que son una colección de canciones. Esas colecciones también están diseñadas para maximizar el impacto de cada una, sin que eso excluya que el oyente haga propio el disco.

Como Léame no es una novela, ni hay una progresión especialmente marcada, resiste perfectamente la lectura en random. Ojo: no es la modalidad recomendada. Al hacerlo no se pierde la garantía, sólo porque no hay garantía. El orden está calculado para que el lector se vaya habituando a ritmos, modalidades y temática. Entonces aparecen guiños, sorpresas que el lector ordinal puede aprovechar, que requieren haber leído lo anterior para hacer efecto.

Quien no haya leído lo anterior no debería ser molestado por esos detalles. Simplemente no los apreciara, o se preguntará por qué dice algo así en ese lugar. Porque los cuentos están más o menos unidos. Las distintas series sí están en un orden progresivo (orden+progreso), que no significa que sea el único posible.

Muchos cuentos independientes también están conectados. Se marcan ecos de cuentos anteriores. Reaparecen personajes. Se aprenden lecciones. Esto ocurre en el fondo de la narración, de forma (espero que) imperceptible para el lector casual, pero clara para el lector avezado. Y la mejor manera de percibirlo es, justamente, leyendo en orden.

Me gusta prestar atención a los detalles. Cuando veo una obra que se desarrolla bien pero no le da importancia a los detalles, tiendo a perder fe en el resto. No significa que todo tiene que ser perfecto. Es sólo que me gustan aquellos que ponen toques de calidad o estilo en sectores donde no todos los verían.

En Léame intenté hacer lo mismo. Para eso, muchos cuentos contienen distintos tipos de guiños, que están para que el lector muy sagaz los descubra. Algunos ya me olvidé cuáles son. En las revisiones finales me gustó encontrar un par que no esperaba.

La clave es que no desentonen. No vale la pena interrumpir el flujo de un cuento para insertar una referencia descolgada a algo. Esto no es Family Guy. Los guiños tienen que fluir orgánicamente, porque los detalles no son más importantes que las tramas. Es necesario respetar a los textos, porque si no, no podré soportarlo cuando los lea en el futuro.

Pero no sólo en los cuentos hay detalles. La idea es que aparezcan en todo el libro. Invadir los sectores no textuales y dejar ahí también una marca. Entonces, por ejemplo, la biografía del autor es otro cuento. Nadie la va a confundir con la biografía de verdad. Y hay otras marcas que usted, estimado lector, podrá descubrir.

Me acuerdo que hace algunos años, cuando tenía un sitio web bastante exitoso, en cada página le agregaba un disclaimer chiquitito del orden de “atención: la leyenda ‘indique su destino al chofer’ sólo se aplica al viaje que está iniciándose”. En cada una era distinto, y crear una página nueva implicaba un disclaimer nuevo. No sabía si alguna vez los había visto alguien. Hasta que me llegó un mail de un pibe que se fascinó lo suficiente como para escribirme. Entonces me sentí bien. Me saqué la camiseta y se la tiré con un guiño, mientras me alejé hacia el vestuario refrescándome con una Coca-Cola bien helada.

Sí, ahí mandé una referencia específica. A veces no lo puedo evitar.