Payday loans uk

El diccionario de Les Luthiers define a plagio como “fuente de inspiración”. Es un chiste, pero al mismo tiempo no es un chiste. Hay algo cierto en eso, que pasaré a explicar.

Presentar como propia una obra que hizo otro se llama plagio, y es una práctica deshonesta. Pero las obras y las ideas son cosas distintas. Las ideas están en el aire, aptas para que las agarre cualquiera. No se pueden registrar, y se pueden disparar en cualquier momento.

Es legítimo usar ideas que lleguen a uno, sin importar de dónde vengan. Se puede, por ejemplo, agarrar la idea de una obra existente, tomarla como punto de partida y hacer una obra propia con ese mismo punto de partida. Si sale algo muy parecido a la primera obra, puede ser plagio, pero el desarrollo de dos personas que parten de una idea igual no tiene por qué ser igual. Es más: puede ni notarse.

Se puede hacer también la versión propia de un estilo ajeno. Si es una obra original y el estilo sale bien, es una obra al estilo de. Pero a veces no se imita bien. No obstante, lo que sale puede ser suficientemente distinto del estilo propio como para que sea original, por más que el punto de referencia inicial fuera algo existente.

Otra cosa que se puede hacer es combinar ideas distintas, de manera que la suma de ambas genere algo nuevo. Incluso, algo que puede iluminar a las primeras de otra forma. La percepción de una obra puede ser alterada por otra obra que existe a partir de ella.

Es permisible citar, responder, parodiar, insertar pequeños elementos ajenos como parte de una obra propia. Porque las obras no salen de un agujero negro (nada sale de un agujero negro). Están en la sociedad, donde funciona la sopa de ideas de las que todos toman. Y mientras uno no trate de pasarse de vivo, tenga un desarrollo propio y (si la derivación es muy importante) se otorgue el crédito correspondiente, una obra que deriva de otra no tiene por qué ser menos original. Lo más probable es que, a su vez, esa primera obra derive de una anterior.

Me gusta prestar atención a los detalles. Cuando veo una obra que se desarrolla bien pero no le da importancia a los detalles, tiendo a perder fe en el resto. No significa que todo tiene que ser perfecto. Es sólo que me gustan aquellos que ponen toques de calidad o estilo en sectores donde no todos los verían.

En Léame intenté hacer lo mismo. Para eso, muchos cuentos contienen distintos tipos de guiños, que están para que el lector muy sagaz los descubra. Algunos ya me olvidé cuáles son. En las revisiones finales me gustó encontrar un par que no esperaba.

La clave es que no desentonen. No vale la pena interrumpir el flujo de un cuento para insertar una referencia descolgada a algo. Esto no es Family Guy. Los guiños tienen que fluir orgánicamente, porque los detalles no son más importantes que las tramas. Es necesario respetar a los textos, porque si no, no podré soportarlo cuando los lea en el futuro.

Pero no sólo en los cuentos hay detalles. La idea es que aparezcan en todo el libro. Invadir los sectores no textuales y dejar ahí también una marca. Entonces, por ejemplo, la biografía del autor es otro cuento. Nadie la va a confundir con la biografía de verdad. Y hay otras marcas que usted, estimado lector, podrá descubrir.

Me acuerdo que hace algunos años, cuando tenía un sitio web bastante exitoso, en cada página le agregaba un disclaimer chiquitito del orden de “atención: la leyenda ‘indique su destino al chofer’ sólo se aplica al viaje que está iniciándose”. En cada una era distinto, y crear una página nueva implicaba un disclaimer nuevo. No sabía si alguna vez los había visto alguien. Hasta que me llegó un mail de un pibe que se fascinó lo suficiente como para escribirme. Entonces me sentí bien. Me saqué la camiseta y se la tiré con un guiño, mientras me alejé hacia el vestuario refrescándome con una Coca-Cola bien helada.

Sí, ahí mandé una referencia específica. A veces no lo puedo evitar.