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Hoy este blog cumple su cometido. Este cometido ha cambiado en los meses desde que salió el primer post. La idea era hacer un acompañamiento para Léame, una especie de marco de referencia sobre el contexto de la escritura del libro. Pero desde el principio sabía que iba a cambiar. Se terminó convirtiendo en un depósito de ideas personales sobre temas generales, o algo así. El blog empezó hablando de un libro y se convirtió en un blog sobre el autor, a través de diferentes manifestaciones.

También funcionó como un lugar para experimentar, para tener practicado el lenguaje periodístico. Pero, más importante, para documentar el camino después de Léame. Más allá de que me pasaron cosas inesperadas como consecuencia de la publicación, lo que terminó ocurriendo fue que, inevitablemente, me alejé de la persona que era cuando lo escribí. No es algo extraordinario, es lo normal. Lo raro sería seguir siendo el mismo.

Ahora, cuando empieza el proceso del segundo libro, me encuentro con que algunas cosas que salieron en este blog es probable que aparezcan ahí. He aceptado como literatura a algunos de los textos de acá, que estaban pensados como crónicas light, sin ninguna pretensión.

Un proceso similar se dio en otros ámbitos. A éste que soy ahora le gusta, y se verá reflejado en el libro, cuando salga. Será distinto de Léame, aunque vamos a suponer que se podrá reconocer al descendiente del que lo escribió. Porque no me convertí en una persona distinta. Me convertí en la misma persona, distinta. Y siento que estoy en la fase de llegada, disfrutando del viaje que dejo atrás antes de partir al próximo.

A veces pienso que lo más original que escribí es el texto titulado “Verdades acerca de usted“. No sé bien de dónde salió, creo que viene de una reacción ante los textos que hablan de “el libro que está en sus manos”, cuando en realidad no saben si el libro está efectivamente en las manos del lector. Me parece que viene de algo así. El juego, entonces, es sencillo: hablar sobre el lector sin faltar a la verdad, a ver qué se puede sacar en limpio.

Tomó un par de intentos, pero quedé muy satisfecho con el texto. Tanto que lo usé para cerrar una recopilación casera que hice hace unos años, titulada El día que Sarmiento faltó a la escuela. Ese texto al final fue, conscientemente, una expresión de deseos. Quería hacer más de esa calidad y/o de esa originalidad en el futuro. Quería repetir esa sensación, claro que no era fácil. No sirve repetir lo mismo, tampoco ese texto daba para convertirse en una fórmula (que igual no hubiera sido especialmente satisfactorio).

Pero con el tiempo empezaron a salir ideas con elementos en común. Textos en los que el autor le habla al lector, en los que salen algunos miedos de lo que el autor no puede controlar. Una vez que el libro está en manos del lector, el autor no puede hacer nada. En el blog, los identifico con la categoría “Del autor al lector”.

Cuando empezamos a recopilar el libro, ya tenía varios de ésos. Algunos eran más benignos que otros. Había uno o dos en los que la confrontación directamente llegaba al insulto (los insultos, por buenas razones, no han llegado al libro). Desde muy temprano estuvo claro que esos textos no podían ir todos juntos, entonces los dispersamos medio al azar, como puntuando el libro. Si quisiera podría dividirlo en secciones, cada una encabezada por uno de estos textos, y encontrar una sanata para unir los textos siguientes. Pero ésa no es la idea.

El libro, entonces, tenía estos textos y muchos otros. Varias series confluyen, sin que alguna sea más predominante que las otras. Muchos cuentos no pertenecen a ninguna serie, y seguramente más de uno puede pertenecer a varias. Es una recopilación sin un tema predominante.

Cuando más o menos esa estructura estaba definida, empecé a pensar en un título. Quería que no fuera ninguno de los títulos de los cuentos. Nunca me gustó ese sistema, porque parece que el libro está armado alrededor de ese cuento (por ejemplo, el LP Off the Ground no se llama así porque todas las canciones eleven al oyente, sino porque era el tema con el título más intrigante de todo el álbum –de hecho, casi se edita sin ese tema–). En todo caso, si le ponía el título de algún cuento, mínimamente iba a esperar que fuera descriptivo para el resto del libro. Pero no había ninguno de esas características.

Decidí entonces que quería un título genérico. ¿Qué título genérico puede tener un libro? Se me ocurrió ponerle Libro. Más genérico que eso no iba a encontrar. Me parecía una idea sencilla, aunque corría el riesgo de que fuera un poco soberbia. Al mismo tiempo, me gustaba la idea de que un libro llamado Libro pudiera adaptarse al cine bajo el título Película. No estaba convencido. Lo hablé con algunas personas, y recibí entusiasmo. Algunos se enamoraron de la idea, pero no lograron engancharme del todo. Me terminé inclinando por la postura de que era demasiado soberbio, y el libro volvió a intitularse.

Luego de descartarlo, descubrí que ya había sido usado. No sólo encontré en el stand de Ediciones de la Flor de la Feria del Libro un ejemplar de un volumen muy viejo titulado Libro, sino que descubrí que Whoopi Goldberg escribio Book.

Estaba tranquilo. Faltaban muchos meses para terminar, y confiaba en que en algún momento iba a aparecer un momento de eureka. Y efectivamente, así ocurrió. No sé cómo me había puesto a leer algún artículo en la Wikipedia, cuando se mencionaba la existencia del archivo readme.txt. Y noté que estaba linkeado, que la Wikipedia tenía un artículo sobre ese archivo. Me metí a ver qué decía.

El artículo explicaba que ese archivo contenía información importante sobre el programa al que solía acompañar, y que tenía ese nombre para que el usuario lo viera y lo leyera. Me pareció genial que a alguien le pareciera necesario explicar ese concepto. Y poco después lo relacioné con mi búsqueda de título, y vi que encajaba muy bien.

No sólo encajaba con los textos del autor al lector, también con varios de los otros. Incluso tenía un aire a Alicia que me gustaba. Para ese momento había descartado el cuento Alicia en el país antropomórfico, pero de repente encajaba (hoy no puedo creer que lo haya sacado).

La sensación de título encontrado era mucho más completa que con Libro. Igual lo tanteé con distintas personas, aunque mucho más seguro. Era más un “¿hay alguna razón para no usar este título?” La objeción más grande que me hicieron fue que nunca nadie lee los readme.txt. Pero decidí que no es lo mismo, que ese efecto no tiene por qué afectar a un libro. Los manuales de instrucciones no se llaman Read Me y tampoco los lee nadie. Es por su carácter de manual, no por el título, que nadie los lee. Todos piensan que no lo necesitan.

Así que el título quedó. Algunos piensan que es valiente y todo. Nunca se me hubiera ocurrido. Eso sí, en homenaje al origen, el libro llevará la leyenda “título original: readme.txt”.