Desde hace cerca de un año y medio, soy miembro de la Natinal Geographic Society. Como tal, contribuyo a la exploración e innovación que la Sociedad financia, siempre en busca de nuevas fronteras. También recibo mensualmente (cuando la aduana no la traba por ser extranjera) la revista de borde amarillo.
Creía que eso era todo lo que iba a recibir. Sin embargo, la gente de la Sociedad me ha sorprendido en varias oportunidades. Muy seguido, recibo cartas que me mandan, en las que me expresan cuánto me quieren.
Yo creía que era sólo miembro, pero me di cuenta de que soy un miembro valorado de la Sociedad. Las cartas lo dicen inequívocamente. Me hace sentir bien. Ellos se acuerdan de mí en todo momento, no sólo a la hora de mandar la revista. Y ponen sus cartas en sobres que vienen por separado, no se molestan en intercalarlas en las páginas de la revista. Tal vez piensan que no las vería. Ellos no pueden saber si leo su revista. Sí, la leo. Y es muy interesante. Mucho más que Muy Interesante.
En las cartas la gente de la Sociedad, además de expresar lo que ellos sienten por mí, recuerdan los buenos momentos que pasamos juntos. Las veces que abrí la revista y me encontré con un mundo nuevo, lleno de misterio y excitación. Ellos me conocen, y saben que disfruté mucho esos momentos. Y tienen miedo de que se hayan vuelto muy cotidianos para mí. Que no los aprecie como en los primeros tiempos.
Me preguntan si yo los valoro a ellos tanto como ellos me valoran a mí. Ellos quieren ser parte de mi vida, y quieren que los deje. Saben que no vale la pena continuar esa relación si no hay voluntad en ambas partes. Y es entendible que estén ansiosos por conocer la mía.
Por eso hago públicos estos párrafos. Si hay por ahí algún otro miembro de la Sociedad, sepa que sí, que los valoro mucho. Y en cuanto pueda, voy a renovar la membresía, para poder seguir compartiendo juntos momentos inolvidables.