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Este blog es para toda la familia (?), así que voy a buscar alguna manera más o menos elegante de decir lo único que quiero en este post. Y lo que quiero es destacar un par de versos del tema Always Look on the Bright Side of Life:

Life’s a piece of shit
when you look at it

La canción es el gran final de Life of Brian, enorme película de los Monty Python. La película es una parodia de la vida de Cristo, o algo así. No es exactamente eso, en cuanto a trama es la vida de alguien que nació el mismo día que Cristo. Pero toca de cerca temas como religión, mesías, patriotismo, imperialismo, muerte, etc.

A lo que quiero llegar es lo siguiente: hay que tener coraje para hacer esa película (al hablar coloquialmente no digo coraje, digo otra cosa). No es nada seguro hacer algo así, y era menos seguro en los ’70. Por eso no consiguieron financiación, y tuvo que intervenir George Harrison para que la película pudiera ser rodada. La financió porque la quería ver. Un capo.

El personaje principal termina crucificado, algo que en el contexto de la película no es especialmente extraño. Digamos que era la única opción. Lo que no era la única opción era hacer que la escena final incluyera una canción digna de una película de Disney, cantada por otro crucificado, un singalong con corito de silbadores. Eso también requiere coraje.

La canción puede ser interpretada de muchas maneras. Hay una enorme ironía en el lugar de la película donde está ubicada, pero no creo que la canción en sí misma sea irónica. O, en todo caso, muy irónica. El sentimiento, o el mensaje, o lo que dice principalmente es algo con lo que se puede estar de acuerdo sin demasiada dificultad, y aparte va muy bien con el contenido de la película (además de ser un mensaje no religioso). Y si la canción fuera irónica, habría sido de muy mal gusto interpretarla en el velorio de Graham Chapman.

Pero esos dos versos citados arriba son especialmente buenos. No porque la vida sea una mierda. Porque requiere también coraje escribir de esa manera una canción. Mandar en un tema así una rima con monosílabos y palabras tan directas. No cualquiera se anima. Y en el contexto de una canción así, puesta en una película así, hecha por un grupo así, puede quedar opacado el coraje artístico que requiere poner algo tan simple como parte de la letra de una canción, sin sucumbir a la tentación de poner palabras más elaboradas, o más elegantes.

Por algo son los Monty Python. No esperábamos otra cosa.

No conocí un mundo con Lennon. Lo mataron cuando tenía pocos meses. Crecí, entonces, con una imagen que le construían otros. La de un incansable luchador por la paz, que encima tenía gran talento musical y siempre se vestía de blanco. Un Gandhi hippie, muy enamorado de su talentosa y exótica mujer, que sólo quería ver a su hijo cuando fue brutalmente asesinado.

Con el tiempo, me enteré de que mucho de lo que me habían vendido era exagerado. Lennon era una persona compleja, que en una etapa hacía algunas cosas para llamar la atención hacia causas pacifistas. Tenía un talento enorme que no se llegó a plasmar del todo en su carrera solista, que se vio truncada por su asesinato pero también por su retiro voluntario durante cinco años. Fue necesario leer bastante y pensar bastante para entender que era un Homo sapiens, que era perfectamente falible y que la realidad no tiene por qué coincidir con la película Imagine de 1988. Pero finalmente lo entendí, y eso me permite tener una perspectiva razonablemente equilibrada.

A mis 21 años, se murió George Harrison. En su caso, sí había conocido un mundo con él, aunque su último disco había salido en 1987, antes de que le prestara atención. Pero conocía parte de su carrera solista, conocía a los Traveling Wilburys, y me divertía leer las pocas entrevistas que daba, porque sabía que nunca se las tomaba en serio y se la pasaba haciendo chistes y/o bardeando a gente (como a los de U2, o a los de Oasis) sólo para divertirse.

Después de su muerte, asistí a la construcción del mito. De pronto, encontré mucha gente que admiraba sus canciones. Eso no tiene nada de malo, muchas son muy admirables, pero esa admiración venía acompañada de exageración. Empecé a escuchar que había gente que decía cosas como que Harrison era el mejor compositor de los Beatles, o que su aporte musical era más importante que el de McCartney.

Lo siento, no pueden venderme otro mito. Ya estoy vacunado. Hay opiniones que se sostienen y otras que no. “Harrison era el beatle más importante” es falso, en todo caso puede ser su favorito, querido lector, si usted quiere. “Lennon era el beatle más importante” es una opinión válida, aunque no la única posible. No tiene mucho sentido ponerse a hacer rankings, pero si uno se pone a hacerlos más vale que tenga alguna seriedad.

Escuché también cosas sobre su personalidad, sobre cómo era un espíritu libre, una persona espiritual que entendía de qué se trataba la vida, y que era demasiado profunda como para hacer mera música pop. Y, otra vez, hay algo de verdad en esas cosas, pero una persona no se puede reducir a unos pocos conceptos.

Es como que la gente hace monumentos de las personas una vez fallecidas, y después venera no a las personas, sino a los monumentos. Que suelen ser mucho más puros que las personas, porque están compuestos de uno o dos materiales. Y, aparte, se quedan siempre en la misma posición, sin riesgo de contradecirse.

Pero las personas no pasan su vida posando para su estatua. Al menos, las personas que valen la pena.