No conocí un mundo con Lennon. Lo mataron cuando tenía pocos meses. Crecí, entonces, con una imagen que le construían otros. La de un incansable luchador por la paz, que encima tenía gran talento musical y siempre se vestía de blanco. Un Gandhi hippie, muy enamorado de su talentosa y exótica mujer, que sólo quería ver a su hijo cuando fue brutalmente asesinado.

Con el tiempo, me enteré de que mucho de lo que me habían vendido era exagerado. Lennon era una persona compleja, que en una etapa hacía algunas cosas para llamar la atención hacia causas pacifistas. Tenía un talento enorme que no se llegó a plasmar del todo en su carrera solista, que se vio truncada por su asesinato pero también por su retiro voluntario durante cinco años. Fue necesario leer bastante y pensar bastante para entender que era un Homo sapiens, que era perfectamente falible y que la realidad no tiene por qué coincidir con la película Imagine de 1988. Pero finalmente lo entendí, y eso me permite tener una perspectiva razonablemente equilibrada.

A mis 21 años, se murió George Harrison. En su caso, sí había conocido un mundo con él, aunque su último disco había salido en 1987, antes de que le prestara atención. Pero conocía parte de su carrera solista, conocía a los Traveling Wilburys, y me divertía leer las pocas entrevistas que daba, porque sabía que nunca se las tomaba en serio y se la pasaba haciendo chistes y/o bardeando a gente (como a los de U2, o a los de Oasis) sólo para divertirse.

Después de su muerte, asistí a la construcción del mito. De pronto, encontré mucha gente que admiraba sus canciones. Eso no tiene nada de malo, muchas son muy admirables, pero esa admiración venía acompañada de exageración. Empecé a escuchar que había gente que decía cosas como que Harrison era el mejor compositor de los Beatles, o que su aporte musical era más importante que el de McCartney.

Lo siento, no pueden venderme otro mito. Ya estoy vacunado. Hay opiniones que se sostienen y otras que no. “Harrison era el beatle más importante” es falso, en todo caso puede ser su favorito, querido lector, si usted quiere. “Lennon era el beatle más importante” es una opinión válida, aunque no la única posible. No tiene mucho sentido ponerse a hacer rankings, pero si uno se pone a hacerlos más vale que tenga alguna seriedad.

Escuché también cosas sobre su personalidad, sobre cómo era un espíritu libre, una persona espiritual que entendía de qué se trataba la vida, y que era demasiado profunda como para hacer mera música pop. Y, otra vez, hay algo de verdad en esas cosas, pero una persona no se puede reducir a unos pocos conceptos.

Es como que la gente hace monumentos de las personas una vez fallecidas, y después venera no a las personas, sino a los monumentos. Que suelen ser mucho más puros que las personas, porque están compuestos de uno o dos materiales. Y, aparte, se quedan siempre en la misma posición, sin riesgo de contradecirse.

Pero las personas no pasan su vida posando para su estatua. Al menos, las personas que valen la pena.