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El mundo angloparlante no tiene por qué perderse Léame. No existe por el momento una edición completa traducida. Pero no importa. El programa Palabras Errantes, perteneciente a Pulsamerica (un sitio inglés de noticias sobre países de América latina) ha publicado cuatro de los cuentos.

Se titulan Truths about you, Coca-Cola Tours, A step forward y My cloud.

Fueron elegidos por el autor para esta ocasión, y traducidos por Sam Gordon. La traducción posteriormente fue modificada y aprobada también por este autor, después de meses de desidia inexplicada. No está el problema de las traducciones que se toman libertades y se ponen a inventar cosas. Si bien un texto traducido siempre es otro texto, en este caso se puede decir que son traducciones fieles al original.

Hay, no obstante, algún que otro agregado, que surgió durante la verificación. Es decir que si hay material extra, es obra del autor. Los cuentos nunca se cierran del todo. Si aparece algún retoque inspirado, por más que el libro ya esté impreso, se incorpora no al libro, pero sí al cuento.

Es decir que ahora habrá que incorporar esos cambios al master (?) del cuento, que se convertiría así en un híbrido entre la versión en español original y la traducción al español de una parte inédita que se coló en su propia traducción al inglés.

Lo invito, amigo lector, a entrar en Palabras Errantes y echar un vistazo al resultado.

Primero fui un purista. Pensaba que las traducciones tienen que ser meticulosas. El traductor no debe lucirse, sino (digamos) canalizar una obra que está en un idioma a otro. Tiene que respetarla todo lo posible, y si en el idioma de destino no queda muy bien, es preferible eso a que traduzca algo que no es.

Por esa razón, la traducción de letras de canciones me parecía imposible. Lo mismo otras formas donde lo importante es, justamente, la forma. Con el tiempo, cualquier tipo de traducción que respetara estrictamente al material original me empezó a parecer casi imposible.

Y es que la traducción es imposible. Lo que hace un traductor no es traspasar la obra de un idioma a otro, como si se pasara una canción de sol a re. Es crear una obra nueva, basada en la obra original, con la idea de que transmita lo mismo a otro público. Dentro de lo posible.

Ahí me empecé a aflojar. En una de ésas la mejor manera de traducir algo no es decirlo exactamente como el original lo decía. Entendí que un buen traductor tiene que preservar el mensaje, la esencia o como lo quieran llamar. Para lograrlo, tiene que entender muy bien la obra que está traduciendo, y tener el mayor conocimiento posible de las culturas a las que está intentando unir.

En el caso de una obra con trama, conviene que se mantenga razonablemente cerca de la trama original. A veces es necesario cambiar nombres de personajes, o lugares, para que se entiendan mejor. Conviene hacerlo con ingenio, pero sin competir con el autor original. El lector (o receptor, o lo que sea) tiene que admirar al que escribió la obra, si admira a alguien. Admirar al que la tradujo es algo que viene después.

Entendí entonces que la traducción es una forma de adaptación. Un libro pasa al cine, y ya por eso no es exactamente igual. No es una cuestión de “en el libro uno se imagina las cosas y en el cine no”. Son lenguajes distintos, y hay que interpretar la obra original para que sea eficaz en el otro lenguaje. Así, en el cine se eliminan escenas, o se agregan, o se inventan personajes, o se funden partes, o se cuenta una historia distinta.

En el caso de la adaptación como al cine, muchas veces la gente nota las diferencias y se queja de que no es como la película lo hace ver. Pero sí es. La película es así. Puede estar mal adaptada, o bien. El error es pensar que la película basada en un libro tiene que representar fielmente al libro.

Y sí, estoy de acuerdo. Tiene que representarlo fielmente. Pero, a veces, la fidelidad en la representación requiere cambiar el contenido.