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Novedad! Cambió el horario, ahora se anuncia para las 19.

Mañana sábado a las 18 a las 19 estaré en la Casa de la Lectura, que queda en Lavalleja 924 (como se puede ver acá a la derecha). Será la primera de una seguidilla de apariciones previas a la presentación de Léame, que tendrá lugar a mediados de diciembre.

En esta oportunidad, junto a otros autores de Viajera, anticiparé uno de los cuentos, que todo indica que está destinado a ser uno de los hits del libro: Domingo de regreso (es también el más nuevo de todos). Cada autor leerá también algo de algún autor que lo haya influido. No voy a anticipar de quién se trata, pero diré que es un autor muy conocido, de extensa trayectoria, sin ningún libro publicado.

La entrada es gratuita. También es libre, de manera que nadie está obligado a pasar contra su voluntad.

Cuando uno recopila un libro a partir de 1200 cuentos, es lógico pensar que algunos van a quedar afuera. Todo el proceso arrancó con una primera preselección. Descarté muchos no apropiados, que no me gustan o directamente que me disgustan. Si tenía dudas sobre si un cuento podía entrar, generalmente lo descartaba. El razonamiento era que si no estaba seguro de incluirlos en la primera selección, difícilmente entraran en el resultado final. Reduje así la cantidad drásticamente, a poco más de 100. Con ellos empezamos a trabajar con Virginia.

Durante meses nos dedicamos simplemente a leer, y a hacer comentarios sobre cada cuento. Los dividimos en tres categorías: “es grosso”, “más o menos” y “no es grosso”, categoría esta última que implicaba descartarlos directamente. Los “más o menos” podían ser rescatados con trabajo y/o reconsideración.

Así llegamos a una preselección más chica para la segunda tanda, en la que descartamos más. Finalmente quedaron alrededor de cuarenta cuentos. Algunos cayeron a último momento y fueron reemplazados por otros.

Entre los que casi entran a Léame se encuentran:

  • El salmón rebelde. Es la historia de un salmón que no quería ir contra la corriente, como el resto de los salmones, sino que quería ser él mismo. Para eso necesitaba ir con la corriente. Siempre creí que entraba fácilmente, nunca había tenido dudas de su presencia en el libro final. Pero en la revisión general encontramos que no iba mucho más allá de la moraleja, y al lado de los demás quedaba disminuido.
  • Deixis. Un metatexto que se refiere a cada una de sus partes. Es uno de los juegos que dan nombre a Léame. Ocupa su lugar el muy superior Autodescripción, que parte de una idea similar. Tan similar, que algunos momentos fueron transplantados desde Deixis.
  • La camiseta del placard. Fue víctima de una decisión de extirpar del libro todo lo relacionado con el fútbol, debido al hartazgo que conservo por todo lo que rodea a ese deporte. No sé si hubiera entrado en la selección final, aunque en el primer boceto estaba. Es la historia de un padre que descubre que su hijo es hincha de River y, siendo él de Boca, aprende a aceptar las diferencias. Finalmente aflojé en el la restricción futbolística y por eso está presente Tiro libre, que siempre me gustó.
  • Entre el queso y la caja. Es la historia de unos trípodes, mesitas o cositos que se resisten al destino de proteger a la pizza de la influencia de la caja de cartón. Si bien los cositos antropomórficos eran simpáticos, juzgamos que quedaba sólo en la ocurrencia.
  • Teocracia. Este cuento de hondo contenido social cuenta la historia de cuando Dios hizo un golpe de estado y se implantó a sí mismo como presidente. Es una idea que me atrae, pero creo que no termina de cerrar de la manera más satisfactoria. En cualquier momento le voy a encontrar la vuelta y entrará en otro libro.
  • Las peras del olmo. Un empresario americano decide crear olmos que den peras. Pero no hay demanda de peras de olmo. Lo sacamos porque esta manera de decirlo, que se me acaba de ocurrir, es mejor que lo que se narra en el cuento, entonces está claro que le falta una horneada.
  • Consumo humano. Basado en una historia real ocurrida en Alemania, un caníbal hace una cita para matar y comer a una persona que quiere someterse voluntariamente a esa degustación. Pero el invitado no aparece y el caníbal se ve obligado a comer lo que tiene a mano. El cuento fue excluido por irse de registro en cuanto a lo macabro.

Cabe aclarar que los textos linkeados, del blog personal, no son las versiones que hubieran aparecido en Léame. Todas fueron trabajadas. Teocracia en particular fue objeto de una modificación radical, que al final no fue suficiente.

Habrá más entregas de las exclusiones.

A veces uno siente que está tocado.

El cuento más largo del libro, La extraña metamorfosis del doctor Erasmus Chesterton, es una aventura situada en la Inglaterra victoriana. No suelo escribir cosas así muy seguido. Es una especie de versión de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, aunque la mayor fuente de ideas no es Stevenson sino Julio Verne. Hay muchos elementos de Viaje al centro de la Tierra y, sobre todo, de La vuelta al mundo en ochenta Días. Está bueno que sean de dominio público.

En particular, el lugar de reunión de los personajes principales está basado en La vuelta al mundo en ochenta días. Tiene otro nombre, pero el lugar quiere ser como el club donde Phileas Fogg apostó que podía hacer tal viaje. El cuento no tiene nada que ver con esa aventura más allá de haber tomado el elemento.

Pero tomé elementos de distintas partes. Cuando necesitaba una calle donde viviera uno de los personajes, Lord Quidstock, me pregunté qué calles de Londres conocía. Una era Abbey Road, pero iba a sacar al lector de donde quería y lo iba a situar en la calle fuera de los estudios donde los Beatles grabaron, entre otros discos, Abbey Road. La otra calle que conocía era Savile Row. Es donde estaban los estudios de Apple, en cuya terraza se grabó el concierto que forma el clímax de la película Let It Be.

Hace poco, cuando estaba haciendo la revisión final, pensé que en una de ésas no era la calle más apropiada. Sabía que Savile Row se caracteriza por una gran cantidad de sastres. Tal vez convenía mudar a Lord Quidstock a un lugar distinto.

Me metí entonces, una vez más, en la Wikipedia. Busqué la entrada de Savile Row. Habla de los sastres y tiene una lista de ellos. Pero más abajo, en la sección de “popular culture”, encontré lo siguiente:

№7 Savile Row was the London address of Phileas Fogg, protagonist of Jules Verne’s classic adventure novel Around the World in 80 Days.

A veces pienso que lo más original que escribí es el texto titulado “Verdades acerca de usted“. No sé bien de dónde salió, creo que viene de una reacción ante los textos que hablan de “el libro que está en sus manos”, cuando en realidad no saben si el libro está efectivamente en las manos del lector. Me parece que viene de algo así. El juego, entonces, es sencillo: hablar sobre el lector sin faltar a la verdad, a ver qué se puede sacar en limpio.

Tomó un par de intentos, pero quedé muy satisfecho con el texto. Tanto que lo usé para cerrar una recopilación casera que hice hace unos años, titulada El día que Sarmiento faltó a la escuela. Ese texto al final fue, conscientemente, una expresión de deseos. Quería hacer más de esa calidad y/o de esa originalidad en el futuro. Quería repetir esa sensación, claro que no era fácil. No sirve repetir lo mismo, tampoco ese texto daba para convertirse en una fórmula (que igual no hubiera sido especialmente satisfactorio).

Pero con el tiempo empezaron a salir ideas con elementos en común. Textos en los que el autor le habla al lector, en los que salen algunos miedos de lo que el autor no puede controlar. Una vez que el libro está en manos del lector, el autor no puede hacer nada. En el blog, los identifico con la categoría “Del autor al lector”.

Cuando empezamos a recopilar el libro, ya tenía varios de ésos. Algunos eran más benignos que otros. Había uno o dos en los que la confrontación directamente llegaba al insulto (los insultos, por buenas razones, no han llegado al libro). Desde muy temprano estuvo claro que esos textos no podían ir todos juntos, entonces los dispersamos medio al azar, como puntuando el libro. Si quisiera podría dividirlo en secciones, cada una encabezada por uno de estos textos, y encontrar una sanata para unir los textos siguientes. Pero ésa no es la idea.

El libro, entonces, tenía estos textos y muchos otros. Varias series confluyen, sin que alguna sea más predominante que las otras. Muchos cuentos no pertenecen a ninguna serie, y seguramente más de uno puede pertenecer a varias. Es una recopilación sin un tema predominante.

Cuando más o menos esa estructura estaba definida, empecé a pensar en un título. Quería que no fuera ninguno de los títulos de los cuentos. Nunca me gustó ese sistema, porque parece que el libro está armado alrededor de ese cuento (por ejemplo, el LP Off the Ground no se llama así porque todas las canciones eleven al oyente, sino porque era el tema con el título más intrigante de todo el álbum –de hecho, casi se edita sin ese tema–). En todo caso, si le ponía el título de algún cuento, mínimamente iba a esperar que fuera descriptivo para el resto del libro. Pero no había ninguno de esas características.

Decidí entonces que quería un título genérico. ¿Qué título genérico puede tener un libro? Se me ocurrió ponerle Libro. Más genérico que eso no iba a encontrar. Me parecía una idea sencilla, aunque corría el riesgo de que fuera un poco soberbia. Al mismo tiempo, me gustaba la idea de que un libro llamado Libro pudiera adaptarse al cine bajo el título Película. No estaba convencido. Lo hablé con algunas personas, y recibí entusiasmo. Algunos se enamoraron de la idea, pero no lograron engancharme del todo. Me terminé inclinando por la postura de que era demasiado soberbio, y el libro volvió a intitularse.

Luego de descartarlo, descubrí que ya había sido usado. No sólo encontré en el stand de Ediciones de la Flor de la Feria del Libro un ejemplar de un volumen muy viejo titulado Libro, sino que descubrí que Whoopi Goldberg escribio Book.

Estaba tranquilo. Faltaban muchos meses para terminar, y confiaba en que en algún momento iba a aparecer un momento de eureka. Y efectivamente, así ocurrió. No sé cómo me había puesto a leer algún artículo en la Wikipedia, cuando se mencionaba la existencia del archivo readme.txt. Y noté que estaba linkeado, que la Wikipedia tenía un artículo sobre ese archivo. Me metí a ver qué decía.

El artículo explicaba que ese archivo contenía información importante sobre el programa al que solía acompañar, y que tenía ese nombre para que el usuario lo viera y lo leyera. Me pareció genial que a alguien le pareciera necesario explicar ese concepto. Y poco después lo relacioné con mi búsqueda de título, y vi que encajaba muy bien.

No sólo encajaba con los textos del autor al lector, también con varios de los otros. Incluso tenía un aire a Alicia que me gustaba. Para ese momento había descartado el cuento Alicia en el país antropomórfico, pero de repente encajaba (hoy no puedo creer que lo haya sacado).

La sensación de título encontrado era mucho más completa que con Libro. Igual lo tanteé con distintas personas, aunque mucho más seguro. Era más un “¿hay alguna razón para no usar este título?” La objeción más grande que me hicieron fue que nunca nadie lee los readme.txt. Pero decidí que no es lo mismo, que ese efecto no tiene por qué afectar a un libro. Los manuales de instrucciones no se llaman Read Me y tampoco los lee nadie. Es por su carácter de manual, no por el título, que nadie los lee. Todos piensan que no lo necesitan.

Así que el título quedó. Algunos piensan que es valiente y todo. Nunca se me hubiera ocurrido. Eso sí, en homenaje al origen, el libro llevará la leyenda “título original: readme.txt”.

Estamos cerrando Léame. Es un momento de suspenso. Queda poco para revisar, pero siempre está la sensación de que falta ver algo. Esa sensación nunca se va a ir. Por más que mire mil veces, siempre algo va a quedar. Y si hoy el libro está perfecto, mañana seré otra persona y encontraré objeciones que hoy no tengo. O ideas nuevas para mejorar los cuentos.

Ha sido un proceso de varios meses, más de un año, en realidad más de cuatro años. Léame es resultado de mil quinientos días de escritura, que fueron dando forma a una colección de mis mejores cuentos. No me guardé nada para el segundo libro. Sí quedan muchos textos afuera, incluso varios que estuvieron a punto de entrar en el libro y a último momento fueron excluidos. Del mismo modo, algunos que no iban a estar de repente aparecieron en la última versión.

Varios de los cuentos tienen ya un tiempo, y los he leído en público en diversas oportunidades. Pero esto no significa que estuvieran terminados. Nunca un cuento se termina. Lo que no pensé es que en la revisión final iban a aparecer objeciones mayores de personas que no están del todo familiarizadas con los textos.

Entonces, de repente me encontré con que algunos de los que yo consideraba los mejores cuentos, en opinión de gente que respeto mucho, merecían replantearse. Fue el caso de “Mi nube”, que aparece aquí linkeado en una versión similar a la que iba a publicarse. Fue uno de los primeros cuentos de lo que llamo “el rincón sensible”, que fue una especie de apertura a poner un poco de sentimiento en los textos. En realidad, empezó como una especie de parodia del sentimentalismo, pero con el tiempo fui tomando la decisión consciente de dejar ser a los sentimientos, sin que para eso fuera necesario abandonar el humor.

Resultó que, visto desde ahora, el texto no sabe bien para qué lado quiere agarrar, y se queda en el medio. Esto me fue transmitido. No hubo que persuadirme demasiado de que era cierto, siempre lo había sabido. Pero de repente me agarró la duda: si éste es uno de los mejores cuentos, ¿cómo voy a lograr mejorarlo sustancialmente?

Decidí que valía la pena intentarlo. Escribir desde lo que sé que es el cuento, hacerlo fluir sin que influyera la idea que tenía hace dos años de lo que iba a ser. El resultado es un cuento totalmente nuevo. De lo linkeado arriba, quedan dos párrafos. Sin embargo, la descripción de la trama es prácticamente la misma. Pero es mucho mejor que antes. La reescritura completa resultó un gran beneficio para “Mi nube”, y para varios más también.

La publicación de Léame me forzó a volver a leer los cuentos y ser más fiel a ellos que a quien era yo cuando los escribí. Es una de las más grandes y gratas sorpresas de este proceso.

Pronto podrá encontrar en este espacio consideraciones sobre la experiencia de la publicación de Léame.

Mientras tanto, el blog personal se sigue actualizando con un cuento nuevo cada tres días.

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