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The Onion es un diario satírico americano que no tiene equivalente en el país. Quiero exponer un poco algunas de las razones por las que pienso que es algo realmente destacable.

Al principio puede parecer una publicación de humor como cualquier otra. No fueron los inventores del formato “vamos a reírnos de los diarios”. Hay muchos antecedentes. En los Simpsons, por ejemplo, los titulares de The Springfield Shopper que aparecen cada tanto tienen un tono muy similar, porque parodian la misma cosa.

El asunto está en lo que buscan hacer. No parodian un diario específico, sino a todos los diarios, o todos los medios que son escritos con ese estilo seco de la AP. Ese estilo ya es algo que se presta a la sátira. Y lo que tiene es que a través de eso se puede satirizar cualquier cosa.

The Onion se presenta como un medio serio, atento a la regla Leslie Nielsen. Si uno no está semiatento, podría confundir muchos de sus artículos con noticias verdaderas (hay un blog entero dedicado a reacciones de gente a la que le pasa eso). Ni el título ni el contenido de las notas quiebra el tono noticioso de lo narrado, y eso es uno de los puntos más fuertes de esta publicación.

El formato permite que cualquier cosa sea noticia. Es un concepto bastante simple. Agarramos algo que nos parece gracioso, y le damos formato AP. Se puede hablar de acontecimientos políticos, como “Clinton found alive” o cosas completamente cotidianas, como “Marriage breaks up over procreative differences”.

Es importante que las ideas sean creativas, originales, divertidas. El formato no convierte cualquier cosa en oro. Sí es muy flexible, porque hay muchos estilos de notas que se parodian. Columnas de opinión, reportes estadísticos, datos útiles, editoriales, infografías, etc. Y como las noticias no tienen por qué ser verdaderas ni parecerlo, esos formatos estándar se pueden ocupar de cualquier acontecimiento ficticio que se pueda imaginar.

Y es en algunas de esas notas donde, a mi parecer, The Onion ha alcanzado algunos de sus puntos más altos. Hay en una de las recopilaciones (no está online) una nota titulada “World’s knowledge to be written down”, que cuenta la invención de la escritura por un grupo de investigadores del MIT. La nota de página entera es muy completa, dada la importancia del asunto. Tiene cobertura de los investigadores, una explicación de cómo funcionaría el sistema (‘Actualmente, por ejemplo, si se nos rompe la heladera, simplemente vamos a ver a la persona que la hizo y lo conslutamos. Pero, ¿y si esa persona muere? Gracias a la escritura, ahora su sabiduría no se perderá con él’), y opiniones a favor y en contra. Entre estas últimas, están los diputados republicanos que objetan que una cosa así requeriría un gasto extravagante para establecer un sistema de escuelas para enseñar a las distintas generaciones a ‘leer’ y ‘escribir’.

Ya la idea de la noticia es muy divertida: el mundo es exactamente igual al actual, pero no existe la escritura y alguien la inventa. Es un campo fértil para la sátira de diversos temas. Pero lo genial es el hecho de que esa noticia salga escrita en caracteres latinos en un diario, así como así, por más que su mera existencia implicaría que un diario no podría ser. Pero el formato AP se toma tan en serio que piensa que es permanente, inmutable, y siempre fue así. La complejidad de absurdos apilados con una lógica inapelable es, entonces, sensacional.

Del mismo modo, en “Civilization collapses”, una noticia que no está en la tapa sino en las breves que se usan para rellenar espacio, se cuenta que ha terminado la civilización y se estableció un nuevo orden, cuyos líderes y principales características se resumen en un solo párrafo. Presumiblemente, el editor decidió que había noticias más importantes, que iban a atraer más lectores.

La publicación ha usado esa clase de recursos varias veces, siempre con resultados excelentes. Han anunciado la invención de cosas como la publicidad o el tiempo, que permitirá que las cosas no sucedan todas simultáneamente.

Otro recurso que he notado es la discontinuación de productos que resultan un fracaso, o peligrosos. Uno de los más celebrados (por éste que escribe) es “Chrysler halts production of neckbelts“, donde se describe que la automotriz dejará de fabricar el nuevo modelo de cinturones que sujetan a las personas por el cuello, porque se ha comprobado que en caso de colisión estos cinturones podrían producir severas decapitaciones, y por lo tanto resultan riesgosas para el pasajero. La nota viene acompañada por una foto, claramente publicitaria del lanzamiento, de tres personas disfrutando felices del producto fallido, todas con sus cinturones alrededor del cuello.

Un ámbito que los periodistas de The Onion frecuentan es el sobrenatural. Sus fuentes están al tanto de los vaivenes de Jesucristo, y los lectores tienen el privilegio de ser los primeros en enterarse. Así, aparecen artículos como “Christ getting in shape for second coming”, “Christ announces hiring of Associate Christ” (que viene con la foto de un señor con corbata y la especulación de que puede ser el primer paso hacia el retiro de Cristo), “Christ converts to Islam”, “Christ demands more money” y “Christ returns to NBA“, donde se detalla el triunfal regreso del Mesías a los Atlanta Hawks, con una espectacular foto de Jesús embocando la pelota en el aro ante la impotencia de los defensores de Chicago Bulls.

Hay también columnistas regulares, con distintas personalidades, cada uno viviendo en su mundo y detallando las cosas que le son importantes, como si fueran lo más importante que existe. Está Larry Groznic, un obsesivo fan de comics, ciencia ficción y esa clase de cosas, haciendo comentarios en los que expresa sus diferencias con algún detalle oscuro de alguna publicación. Amber Richardson, una white trash ignorante que resiente a la asistente social que le dice cómo tiene que criar a su hija Rywanda. O Gorzo the Mighty, el Emperador del Universo, que cada tanto elige las páginas de The Onion para dar a conocer sus mensajes a la población toda.

Podría estar todo el día detallando artículos. El asunto es que la combinación de campo fértil para la sátira, mucho ingenio, meticulosidad y coherencia de estilo permite producir grandes cosas.

Debo mencionar, antes de cerrar, dos emprendimientos que ha hecho la empresa. Uno es el libro Our Dumb Century, que es una recopilación de las tapas de The Onion de todo el siglo XX. Por supuesto, son todas falsas, y eso permite satirizar no sólo la historia y las tendencias del siglo, sino los estilos periodísticos y las expectativas que había en diferentes momentos. Es un libro brillante, posiblemente el mejor libro de humor que haya leído. Lo recomiendo en forma categórica.

El otro emprendimiento es la Onion News Network, ONN. Se trata de un sitio del tipo YouTube que pasa fragmentos de distintos canales de una red de noticias propia, que encontró en la televisión y sus formas otro medio para satirizar, con la misma profundidad que las noticias gráficas. Destacaré sólo una nota: “Series of concentric circles emanating from red dot“, que se ocupa de las convenciones gráficas de los noticieros de una manera desopilante.

Nota: lamentablemente, si uno está fuera de Estados Unidos, el sitio de The Onion sólo le permite ver cinco notas sin pedir un pago. Recomiendo usar el navegador en modo privado, o meterse a través de un proxy como hidemyass.com.

Hace muchos años era un enfermo de los Simpsons. Tenía sentido. Era una serie que demandaba que se le prestara atención, y que enterraba chistes por todos lados, alimentando la visión repetida de cada capítulo. Era lógico, entonces, que no sólo me pusiera a investigar al respecto, sino que me conectara con la comunidad online existente.

Fue así que pasé tiempo absorbiendo información. Devoré The Simpsons Archive, con las cápsulas de episodios que tiraban mucha data acerca de detalles que no conocía y/o no podía conocer. Me metí en alt.tv.simpsons, y vi las charlas que se producían sobre cualquier tema. Muchas eran absurdas, porque cualquier comunidad online tiene un porcentaje de idiotas. Pero había gente que posteaba cosas interesantes, y también se producían entusiastas discusiones cuando había una entrega nueva de la serie en su país de origen. Entre los comentarios, que hablaban de la serie en inglés, veía cosas que eran modificadas por el doblaje, y eso me hizo tener curiosidad por ver la serie en su idioma original. Cuando lo conseguí, llegué a la conclusión de que la versión doblada es muy, muy inferior, y sigo aconsejando verla en inglés. Requiere un pequeño acostumbramiento, pero vale la pena.

En esa época, las series tardaban varios meses en llegar acá. Y de repente yo sabía detalles de una temporada que se iba a estrenar al día siguiente. No podía darme cuenta por los comentarios, porque siempre hubo una mezcla de positivos y negativos, pero tenía esperanzas de que esa temporada que estaba siguiendo sin ver, la décima, fuera mejor que la anterior.

Ese año se había estrenado la novena temporada, que había ampliado el leve pero sensible declive que me había dado cuenta que existía un año antes. No sabía, sin embargo, si ese declive era algo que yo percibía (al fin y al cabo, se daba justo cuando empecé a prestar más atención y conocer más detalles) o algo existente. Mi entusiasmo, sin embargo, continuaba, y con las primeras ocho temporadas había suficiente material como para mantener interés.

Al final, llegué a la conclusión de que el deterioro era real, y en la décima temporada se hizo demasiado marcado. La siguiente continuó la espiral descendente, y la decimosegunda fue tan espantosa que me hizo dudar de todo lo anterior. ¿Puede ser que una serie que acaba de determinar que es gracioso que a su protagonista lo viole un panda haya sido tan buena como pensaba?

Gradualmente mi entusiasmo se empezó a desvanacer. No llegué a ver completa esa temporada, pero tenía algunos compromisos que cumplir. Había creado mi propio sitio en español (donde los capítulos se llaman episodios), que llegó a ser bastante popular. También colaboraba con el Archive, donde todavía figura mi nombre aunque hace años que no actualizo nada (ocurre lo mismo con la mayoría de los colaboradores listados).

Después me volví a entusiasmar un poco, cuando para la temporada 13 la serie cambió de productor y parecía haber signos de mejoría. Durante dos o tres años, aunque había atrocidades, la serie parecía estar en buen camino. Pero pronto, así como así, mi interés desapareció completamente. Creo que dejé la temporada 16 sin terminar, y desde entonces sólo he visto algo nuevo en dos o tres oportunidades.

Poco después apareció la película, que se estrenó sólo en castellano así que la vi pirateada en inglés. En ella descansaba toda mi esperanza de ver algo del nivel de los ’90. Sabía que estaban involucrados varios guionistas que eran de los mejores de la historia de la serie, y que se había trabajado en el guión durante mucho tiempo. Ver el film no sé si fue una decepción, pero sí confirmó mis temores. “The Simpsons” no tenía nada más para decir. La película tiene sus momentos, pero en general es bastante triste para ver. Es el equivalente fílmico de un show de Simpsons sobre hielo. Es una especie de “¿se acuerdan de estos personajes? mírenlos, acá están, en pantalla grande”. Ya no había esperanza de recuperación.

Si se fijan en el link al sitio mío, la última actualización (después de bastante tiempo) es de poco antes del estreno de la película, y después de eso ya no me molesté en estar más. Era un universo que no valía la pena habitar. La obsesión por los Simpsons completó la transición hacia obsesiones por otras cosas, y me quedó al mismo tiempo un cariño por la serie y cierto dolor por no haber sabido retirarse a tiempo.

Hace unos meses vi en el AV Club que había habido un capítulo bueno, y decidí bajarlo a ver qué onda. No tenía mucha esperanza, y mi expectativa fue colmada. Era igual de intrascendente que lo que recordaba de las últimas temporadas que vi. Sin embargo, algo me quedó rondando en la cabeza. Y desde entonces, me metí cada tanto en algunos de los sitios que frecuentaba antes.

Es un poco como volver después de varios años a una ciudad donde uno vivía antes. Es la misma ciudad, pero cambiada. Hay gente nueva, costumbres nuevas, y muchas de las mismas, tal vez intactas, tal vez sólo renovadas. Leyendo algunas charlas del No Homers Club descubrí que se había inventado un término para las temporadas actuales: Zombie Simpsons. Aparentemente produce cierta polémica, pero me pareció muy apropiado, y mejor que el AfterSimpsons que se me había ocurrido en su momento.

Días atrás, descubrí el que parece ser el sitio que originó esa frase. Se llama Dead Homer Society, y está hecho por un grupo de gente que tiene una visión similar a la mía sobre el declive de la serie. La diferencia es que la siguen viendo y analizando, mientras claman por la cancelación. En su manifiesto puede leerse que el sitio tiene como objetivo “to create an on-line home for Simpsons fans who outright despise most, if not all, of the double-digit seasons but revere the old ones the way religious types do their stupid books”.

Ofrecen análisis de cada capítulo nuevo de Zombie Simpsons (se niegan a aceptar que es la misma serie que The Simpsons), con comparaciones de cómo se manejan elementos similares, comentarios de estrenos o noticias, y también con textos sueltos que suelen argumentos inteligentes. Hacen también repasos de los tracks de comentarios de las temporadas de Zombie Simpsons que están en DVD, notando cómo los que trabajaron en la serie ignoran todo lo que pasa en la pantalla, y mostrando el desinterés que les produce incluso a los que crearon los capítulos. Como son enfermos de la serie, epigrafan cada post con alguna cita apropiada de las temporadas de un dígito, junto con la captura correspondiente.

Así que quiero aprovechar la oportunidad para dar mi sello de aprobación a Dead Homer Society, al término Zombie Simpsons, y al noble objetivo comunitario del sitio.

Ya expliqué en otra ocasión la razón del título Léame. En pocas palabras, viene de la serie que recorre el libro, que consiste en especies de diálogos en los que el autor trata de razonar con el lector, o influirlo, o pedirle clemencia. Con el riesgo de que este texto sea repetitivo, o redundante, o vuelva sobre conceptos ya vertidos, o diga varias veces lo mismo, voy a tratar de echar luz sobre el origen de esa serie.

Vale primero una aclaración. En realidad no sé bien de dónde viene eso ni nada de lo que escribo. Se me ocurren, sin embargo, algunas ideas que pueden o no ser ciertas. Es probable que tire ideas con las que no estoy de acuerdo.

Lo primero que se me ocurre es que me gusta cuestionar. Tratar de pensar las palabras, de manera que cada una merezca estar. Pero más que las palabras, me gusta cuestionar conceptos. Ideas atrás de frases que capaz que se dicen habitualmente, y pueden esconder sentidos que no son los que se toma por ciertos. O pueden contener conceptos adicionales dignos de ser explorados.

Cuestiono estas cosas en el lenguaje, y también en mí. ¿Qué cosas doy por ciertas sin pensarlas? ¿Qué conceptos estoy repitiendo como loro? ¿Qué cosas que creo originales no son más que meros afanos? Todo el tiempo busco no caer en las trampas en las que veo caer a los demás, ni en las que caí alguna vez. No siempre lo logro. Estoy, no obstante, alerta. Y esa alerta me hace vigilar los textos.

Entonces, mientras escribo, hay una voz que dice cosas como “¿eso está bien?”, “eso se puede mejorar” o “eso es una boludez”. La voz toma la forma de alguien externo que está leyendo el texto y me humilla durante esa lectura, marcando los defectos. Como consecuencia, tengo que seguir escribiendo hasta que esa voz se quede callada y no tenga nada que objetar.

Es fácil llegar desde acá a la idea de escribir directamente hacia ese lector externo, tratando de obtener su favor. Pero no estoy seguro de que sea por eso que me sale esa serie.

Otra posibilidad, que se me ocurrió después de impreso el libro, es que sea una herencia del blog LaRedó, donde escribí durante varios años. Ahí hay una cantidad de gente que se dedica durante todo el día a comentar los posts que salen. No importa el contenido de cada uno. Usan la sección de comments del blog como un chat: se saludan, sugieren poner algún canal de televisión que está transmitiendo algo específico, proponen temas de discusión y, sobre todo, escriben la frase “todos putos”. Como resultado, la cantidad de comentarios de un post refleja no lo que generó el contenido, sino el tiempo que estuvo como última nota publicada.

Entre estos comentarios, siempre hay un puñado que son relevantes a lo escrito. Y pueden ser devastadores. Cualquier deficiencia real o imaginaria de lo publicado saldrá a la luz. Las inexactitudes son chequeadas, o semi chequeadas. En el afán por descubrir defectos, algunas sutilezas pueden caer en la ignorancia general, o ser corregidas como si fueran errores.

En general, cuando escribía ahí, tenía varias de las actitudes que cuando escribo para mí: cuestionar todo. También trataba de tener un aporte personal, no hacer algo igual a lo que hacían los demás, o a lo que hacían en otros medios. Para mí nunca tuvo sentido eso. Entonces exploraba, buscaba temas raros, o sobre todo maneras diferentes de encarar temas comunes. Esto requería explicaciones más o menos detalladas, debido a la costumbre de mucha gente de leer por arriba, o asumir que la nota que uno escribió, que se trata de un tema común, tomaba una posición o actitud determinada. Como resultado, salían unos cuantos párrafos, y esto me valió la reputación de escribir textos largos (los posts que hice para ese blog suelen ser mucho más largos que los cuentos). Algunos agregaban que además de largos eran aburridos, algo con lo que en general no estoy de acuerdo. En esos casos asumo que son sentidos del humor diferentes, que exigen otra cosa, los que afirmaban eso.

Pero vamos a un ejemplo para hacer las cosas más claras. Véase esta nota, titulada “El más grande”. Si se la lee, se verá que es un texto acerca de la discusión de Maradona vs. Pelé, de las actitudes de la gente que se embarca en esa cháchara y de la clase de argumentos que se esgrimen. Veamos una muy escasa selección de comentarios:

  • Eeee, ya lo leo entero, pero esta discusion no tiene ningun sentido…
  • A mi me gusta más el Die´, a pesar de su veleta verborragia.
  • Ya dijeron que Pele debuto con un pibe?
  • De pie señores, acá se habla del Dié
  • dale viejo, teorizando un viernes a la tarde?
  • Todo mal,…se cayo Poringa,…
  • no lei el post pero hacete ortear Perplatado
  • Gordo barrilete y mentiroso como pocos. Orgullo nacional la verga, que enseña maradona? Que mediante el trabajo se puede? mentira. Coherencia? la chota.

Es muy razonable, entonces, que una persona que me conoce sólo por ese blog y sabe ese funcionamiento, encuentre al título Léame como una prédica para que alguno me dé pelota, y a la serie del autor al lector como un intento de dialogar con los hipotéticos comentaristas del libro. No es lo que pienso, no creo que todo esto venga de ahí, pero tiene sentido que se le ocurra a alguien.

¿Cuál es entonces el origen de estas cosas? Últimamente estoy pensando que ese origen está cerca de una de las influencias ocultas (?) de mi escritura: los Simpsons. Siempre fui hincha de las rupturas de la cuarta pared, y hace muchos años confeccioné esta recopilación (en inglés) para el sitio The Simpsons Archive.

Aunque puede cambiar, en este momento me inclino a pensar que los intentos de diálogo y complicidad con el lector vienen de ahí.