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Antes de que Léame estuviera impreso tenía cierta idea de lo que iba a pasar. Algunas cosas comenté en este blog. Estaba seguro de que iba a encontrar fragmentos que podían mejorarse. Eso ya ocurrió, y apliqué los anticuerpos que tenía preparados. También estoy preparado para cuando me arrepienta de haber incluido algún cuento, o dejado afuera a otro.

Los primeros días después de la presentación estaba medio en otra, y tuve que forzarme a escribir. Me conformé con lo que saliera, pero algo tenía que escribir. No iba a permitir dejarme estar por más autor publicado que fuera. Pero noté que no se me ocurría ideas, y tenía que recurrir a escarbar la libreta donde las anoto.

Esta situación duró algunos días. Después pasó. Me quedé tranquilo cuando empecé a pensar ideas nuevas. Apareció el “todavía puedo”. Nada de esto es algo que no me esperara. Tampoco tengo que sacar un libro para tener un período de unos días sin que se me ocurra nada. Esta vez era parte de la sopa.

Lo que me sorprendió es que las ideas que se me están ocurriendo son respuestas, o variaciones de cosas que están en Léame.

El primero fue algo que, si se me hubiera ocurrido unos meses antes, podía haber modificado drásticamente el cuento La vaca atada. Este cuento consiste en un narrador que adopta como mascota una vaca que encuentra caminando por su barrio. El otro día vi una artista callejera que estaba haciendo malabares en un semáforo, y usaba dos banderas rojas. “Menos mal que no hay ningún toro cerca”, pensé. Inmediatamente supe que eso podía haber sido bueno para incorporar a ese cuento. Pero, como ya está publicado, lo escribí como uno independiente, que igual constituye una especie de respuesta.

Después caminé por una escalera mecánica que no andaba, y noté que la gente anda despacio. Empecé a pensar por qué podía pasar eso, y de repente desemboqué en una especie de secuela de Un paso hacia adelante.

Por últmo, fui al supermercado y debí lidiar de nuevo con un carrito con cierta independencia en sus ruedas. Me encontré compensando con mi cuerpo las limitaciones de su movimiento. Y entonces apareció el contorsionismo, en algo que todavía no escribí pero puede resultar una fusión de El carro que me quería con cosas como Un paso hacia adelante y también la serie de las aventuras del cuerpo humano.

Ya me había pasado de dialogar con textos anteriores. Pero nunca con tantos juntos. Y menos justo después de que todos hubieran sido publicados.

Lo que sigue es parte del pack de prensa de Léame. Son algunas preguntas cuya respuesta se puede encontrar en el libro.

¿Cómo hace el autor para conversar con el lector cuando el libro ya está impreso? ¿Cuál es el peor momento posible para tener una experiencia sobrenatural? ¿Qué haría Domingo Faustino Sarmiento si fuera revivido por el doctor Frankenstein? ¿Cómo reconocer a los miembros productivos de la sociedad con sólo un vistazo? ¿Qué ocurre cuando el Universo todo está pendiente de una pelota detenida? ¿A qué extremos puede llegar el placer de tomar una refrescante gaseosa? Cuando dos personas se invitan mutuamente, ¿quién debe pasar primero? ¿Cuál es la forma más didáctica de sacudir una sortija de calesita? ¿Qué puede hacer un árbol que está cansado de sus raíces y quiere salir a caminar el mundo? ¿Conviene dar refugio a una nube indefensa? ¿Qué placer queda cuando se termina el mundo y uno es el único sobreviviente? ¿Cómo se desenvuelve el devastador poder de limpieza cuando los verdes enzolves se escapan de su hábitat? ¿Cuál es el riesgo de comer muchas semillas? ¿Cómo transitar la calle Florida cuando está cubierta de gente? ¿Adónde va ese camión lleno de centauros?

Como Léame es de aparición muy reciente, todavía no está en librerías. Sin embargo, ya está a la venta. Para comprarlo no hace falta más que contactar al autor, por ejemplo dejando un mail en un comentario de este post. Ya incorporaremos también un sistema un poco más automático.

Estamos en condiciones de publicar la lista de librerías en las que Léame estará disponible en poco tiempo (la lista está copiada de la oficial de Viajera, donde siempre está actualizada). Nunca está de más ir y pedirlo, aunque no esté.

Ciudad de Buenos Aires

Cobra
Aranguren 150, Caballito

Crack Up
Costa Rica 4767, Palermo

Dain Usina Cultural
Nicaragua 4899, Palermo

Eterna Cadencia
Honduras 5574, Palermo

Fedro
Carlos Calvo 578, San Telmo

Gambito de Alfil
José Bonifacio 1402, Caballito

Guadalquivir
Callao 1012, Recoleta
Compras online: www.libreriaguadalquivir.com

Hernández
Av. Corrientes 1436, Centro
Compras online: www.libreriahernandez.com

Internacional Argentina
El Salvador 4199, Palermo

La Libre
Bolívar 646, San Telmo

Librería Norte
Av. Las Heras 2225, Recoleta

Otra Lluvia Libros
Bulnes 640, Almagro

Purr
Santa Fe 2729, Barrio Norte

Santiago Arcos
Puán 481 (1er piso), Caballito

Y su doble: Artaud de todo
Rodríguez Peña 695, Tribunales

También se podrá conseguir en la cadena Cúspide.

Gran Buenos Aires

La Boutique del Libro
Chacabuco 459, San Isidro

Ciudad de Córdoba

Librería del Ciclista
Belgrano 891 – Córdoba

Santa Rosa, La Pampa

Fahrenheit
9 de Julio 56 – Santa Rosa

Hay algunas cosas que parecen obvias, pero es necesario darse cuenta de que son posibles.

Primero, es fácil saber que uno puede escribir. Se aprende en la escuela. Lo que no es tan simple es darse cuenta de que escribir no sólo uno lo hace bien, sino que es placentero. Que vale la pena ocupar el tiempo en hacerlo, y por eso solo ya es una actividad fructífera.

Después es cuestión de qué escribir. ¿Ficción? ¿Poesía? ¿Divulgación científica? ¿Por qué no? ¿Tengo la capacidad de inventar historias? Hay gente que no se lo pregunta y lo hace, y gente que no se lo pregunta y no lo hace. De repente es posible avivarse de que está al alcance de uno. Es cuestión de usar y ejercitar la imaginación, al menos en mi caso.

¿Alguien va a querer leerlo? Ahí ya no es autodescubrimiento. Aunque en cierto modo sí. Si uno piensa que nadie va a estar interesado en lo que escribe, nunca lo va a mostrar. Sus escritos, por buenos que sean, quedarán enterrados en un cajón o en un disco rígido (que puede estar adentro de un cajón). Hay que no sólo tratar de mirarlos con otros ojos, sino animarse a sacarlos, mostrarlos. En general los demás los van a recibir con buenos ojos, con ganas. Y hasta se van a sorprender de que uno escriba, porque en muchos casos es gente que no se ha preguntado si tiene la capacidad de hacerlo. Capaz que hasta se puede motivar a alguien.

Otro desafío es leer en público. Muchos se traban con esta posibilidad. En general, una vez aceptado, hay un nerviosismo, una ansiedad. La duración es variable, a mí habitualmente me agarra unos minutos antes de salir a escena y se me va cuando veo que el público está predispuesto favorablemente. La sensación de vencer esos nervios es muy placentera, y es lo que hace valer la pena el esfuerzo de leer (o cantar, o actuar, o lo que sea) en vivo. Estoy seguro de que a la gente con más experiencia le sigue pasando. De que McCartney antes de salir a tocar se pone algo nervioso y se pregunta “¿fracasaré?”

Una vez que uno se larga a escribir, es fácil fantasear con libros. Hay quienes no lo intentan, se contentan con escribir. Tienen sus razones, pueden ser respetables. Es posible, sin embargo, hacer un libro terminado, con todos los elementos que hacen a un libro. A medida que fui avanzando en el proceso, que lo fui viendo más cerca de concretarse, empezó a hacerse más real. “Está ocurriendo, es cierto, lo estoy haciendo”. Y hay que vencer cierta incredulidad, una sensación de “ésas son cosas que hacen los demás, no yo; yo soy lector, no escritor; mi lugar está de este lado”. Por ahí eso lo pienso yo solo, pero sospecho que no.

Es toda una serie de etapas internas que hay que superar hasta llegar a concretar algo así. Después queda el camino un poco más allanado para hacer más libros. Puede que nos interese o no. Pero poder, uno sabe que se puede.

Creo que escribir un libro, y un libro bueno, está al alcance de todos, o de casi todos. Hay muchas razones para no hacerlo, y sospecho que unos cuantos sólo no lo hacen porque no se dan cuenta de que lo pueden hacer. Porque no superan, o no se les ocurre superar, alguna de estas etapas. Sepa usted, señor lector, que puede. Y que es un placer cada vez más grande ir pasando de etapa en etapa.

Esta noche, a las 19, formaré parte del evento de cierre del año de Siempre de Viaje. En realidad, es la segunda parte. En la primera, veinte autores leyeron textos en los que salían de la guarida. Es decir, se animaban a hacer cosas distintas de lo que habitualmente escriben. Tuvo un gran nivel.

En esta segunda parte ocurrirá lo mismo, con otros autores. Estaremos los cuatro que presentamos libros el viernes pasado. Seguramente leeremos algo de los libros. En mi caso, espero también leer alguna cosa que no está en el libro, y tiene un estilo distinto.

Todavía no sé bien qué es lo que voy a hacer, porque estoy escribiendo con cierta anticipación, como es costumbre. Pero es probable que me mande con alguno de los textos más experimentales de Léame. Seguramente lo acompañaré con otra cosa. Un diálogo, tal vez un poema. Quién sabe.

La cita es hoy martes, a las 19, en el bar El Archibrazo. Queda en Mario Bravo 437, en el barrio del Abasto.

La biografía del autor que aparece en Léame no tiene ningún dato específico. No dice nada sobre qué hice, cuándo nací ni qué me llevó de qué lugar a qué otro, ni por qué.

Algunos lo han interpretado como una manera de esconderme. Es una interpretación que entiendo, pero no era la idea. Me da la impresión de que no tendría por qué interesarle a nadie todos esos datos. ¿Qué cambia con saber dónde estudié? ¿Se lee distinto el libro si se sabe el año de mi nacimiento?

Tampoco es que me interesa ocultarlo. Sólo que se me ocurre que no es relevante. Hay un montón de cosas que no están en el libro, y que tienen muy buenas razones para no estar. Léame no incluye, por ejemplo una copia del Levítico en arameo.

Hoy (es decir el viernes, cuando escribía esto para programarlo) tuve que hacer una pequeña biografía verdadera para cuando llegara el momento de aparecer en la presentación. Tenía que ser no más de un párrafo. Costó un poco, porque no estoy acostumbrado a hacer esa clase de cosas. Escribí lo siguiente:

Nicolás Di Candia nació en 1980. A los siete años decidió que quería hacer reír, y desde entonces ha buscado la manera de lograrlo. Mucho después estudió producción de cine y TV. Trabajó en televisión y escribió en diversos medios. A mediados de 2007 le pareció que era hora, y empezó a escribir cuentos todos los días. Desde entonces no ha parado, y ya lleva más de 1600. Los mejores están en Léame.

Algunas cosas habían aparecido en este blog, que es el lugar a donde pueden acudir los que quieran saber más sobre el autor.

Ahora, puedo admitir que es posible que haya algún impulso para ocultarme, que esté escondido detrás de lo que creo que me hizo decidir a escribir y usar la biografía genérica que aparece en Léame. El razonamiento fue “puedo meter un cuento más si uso el espacio de la biografía”. Consideré el asunto de que podía ser ocultarme, y decidí que las ventajas eran más que las desventajas. Aunque puede ser que me haya estado engañando.

Hoy, aunque para usted es sábado al mediodía, para mí es viernes a la noche y/o sábado a la madrugada, y acabo de llegar de la presentación. Lo siguiente es un ejercicio para registrar pensamientos todavía frescos sobre el evento.

Primero, fueron emocionante las palabras a cargo de Sergio Criscolo. Más allá de abundar en conceptos elogiosos sobre el libro, no paró de compararme con gente muy, muy grossa. Me alegró que me extendiera metafóricamente el carnet del club de los graciosos (categoría cadete). Siempre quise estar ahí.

Fue muy lindo compartirlo con la gente que fue. Algunos que no veía hace mucho tiempo, otros que están siempre. Me alegra que todos ellos hayan dedicado un rato de su vida para recibir a Léame. Hubo gente que vino con sus hijos de menos de un mes, gente que no veía desde hace como veinte años, gente que conocí ahí, gente que no pensaba que fuera a ir y estuvo muy contenta, gente que venía esperando el momento casi más que yo.

Del otro lado de la moneda, es un agujero que haya habido otra gente que sé que tenía ganas y no pudo ir. La fecha es muy inconveniente. Durante el año hice esfuerzos para que esto no pasara en diciembre, pero terminó ocurriendo. Esto provocó que mucha gente que merecía estar se lo perdiera, y es algo que lamento profundamente.

Con todo el movimiento de gente, ni me acordé de que había brindis, frutas secas, confites y otras cosas. No paré de saludar a quienes hacían cola para saludarme. Quería darles bola a todos, con algunos lo logré más que con otros. Ya habrá ocasiones más tranquilas.

Los libros estuvieron diez minutos antes de la hora de inicio. Antes de eso no había tocado un ejemplar. Ocurrió que la tirada salió de la imprenta con errores, y hubo que hacerlo de nuevo. Así que estuvimos sufriendo toda la semana, temiendo que no fuéramos a llegar. Cuando se produjo finalmente el arribo, me saqué los nervios y estuve tranquilo para todo lo que faltaba.

Los primeros diez ejemplares de Léame que se vendieron tuvieron bonus track: una Coca-Cola de 600 ml bien helada, y una tarjeta con un texto que no está en el libro, titulado Una bebida diferente, que describe al lector el contenido de la botella que se le está regalando. Algunos, sin embargo, rechazaron la Coca porque no era light.

Durante los agradecimientos me olvidé de mencionar a la carpeta naranja que me acompañó a todas las lecturas antes de la publicación del libro. Por un tiempo quedará archivada, pero pronto saldrán a la luz cosas nuevas y volverá al ruedo.

El video que estaba preparado finalmente no salió por motivos técnicos. Creo que fue para mejor. Era gracioso, pero tampoco estaba tan bueno. Igual capaz que un día de éstos se proyecta.

Disfruté más de lo que pensaba (porque creí que me iban a comer los nervios y no iba a escuchar nada) las presentaciones de los otros libros. Estuvieron muy bien. Nos sentamos con Nadina, emocionados, a disfrutar de que estaba ocurriendo.

Y estaba ocurriendo. No se terminó el mundo. No nos morimos media hora antes. Los libros estuvieron a tiempo, y salieron lindísimos. Somos autores éditos, es otro club al que pertenecemos, y de éste no se sale.

Por fin, hoy es el día de la presentación de Léame. Permítame, adorado lector, recordarle el lugar y horario: a las 19 en la sala F del Centro Cultural San Martín. Sarmiento 1551, Buenos Aires.

Habrá brindis, snacks y mucho color. Un hermoso puesto venderá los primeros ejemplares de Léame. Usted tiene la oportunidad de hacerse con uno (o más) de ellos. Los primeros diez vendrán no sólo con bonus track exclusivo, sino también con un suculento regalo.

En el acto en sí, Léame será presentado por Sergio Criscolo. Luego aparecerá el autor, que es también el autor de estos párrafos y hoy le dio por hablar en tercera persona. En su espacio, no sólo leerá un par de cuentos de Léame sino que, si todo sale bien, pasará un pequeño video sobre el origen de las ideas. Esto depende de ciertas cuestiones técnicas, y podría no ocurrir. Pero, por otro lado, bien podría ocurrir.

Además de Léame, se presentan otros tres libros: cuerpoadentro de Belara Michán, Bengala Hotel de Eugenia Coiro y ranamadre de Nadina Tauhil. Cada uno tendrá su espacio (es decir su tiempo) para desarrollar lo suyo. Cecilia Maugeri será la maestra de ceremonias.

Todos los lectores, actuales y potenciales, serán bienvenidos en tan solemne acto. Vamos a tirar la casa por la ventana.

A medida que se acerca el momento all-important de la presentación, van apareciendo inquietudes, ansiedades que sólo pasarán en el momento cúlmine.

Cabe recordar que la presentación de la que se habla es la que ocurrirá mañana viernes, a las 19, en la sala F del Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551, Buenos Aires.

La más importante por ahora es la salida de imprenta. Este paso crucial, que convierte al concepto en libro, está resultando algo más difícil que lo pensado. Al momento de escribir estas líneas (los posts salen programados) todavía no tenemos los libros en nuestro poder, y mientras pasa el tiempo la ansiedad crece.

Pero suponemos que va a estar todo bien. Será entonces responsabilidad propia que el evento salga lo mejor posible. Empiezan entoces los miedos. ¿Estaré a la altura? ¿Los que asistan serán testigos de un momento de humillación absoluta? ¿Me equivocaré en la elección de los textos para leer?

Mi parte racional me quiere tranquilizar. Sabe que puedo. Pero mi parte irracional no quiere escuchar argumentos. Entonces el miedo está, del mismo modo que también sé que existen peligros.

No valdría la pena, sin embargo, hacerlo sin estos miedos. La certeza es macanuda, pero atravesar los momentos de miedo y nervios es placentero, particularmente el instante en el que los vence. Esa sensación de “lo estoy haciendo” debe ser parecida a la que experimentan los paracaidistas durante la caída libre, aunque con menos viento.

El “lo estoy haciendo” se convierte luego en el satisfactorio “lo hice”, que después de cierto tiempo pasa. En su lugar, aparece “lo quiero hacer de nuevo”.

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